ELECCIONES EN FRANCIA

François Hollande, el segundo presidente socialista de Francia

La victoria de Hollande en la segunda vuelta de las elecciones francesas permitirá a los franceses tener en el Elíseo al  segundo presidente socialista de su país. Hasta el momento, sólo lo había sido François Mitterrand, que se mantuvo 14 años en el poder.

François Hollande se convirtió en nuevo presidente de Francia, cumbre de una larga carrera forjada en el aparato de su partido pero sin estar en el Gobierno y tras seguir la estela de su mentor, François Mitterrand.

Al igual que el gran padre del socialismo moderno francés en 1981, Hollande llega al Palacio del Elíseo, a falta de confirmación oficial definitiva del resultado, como esperanza de quienes quieren dar un golpe de timón ideológico en Francia, como reemplazo del hiperactivo mandato de un Nicolas Sarkozy desgastado por la crisis económica.

"El cambio es ahora", eligió Hollande como eslogan electoral tras el que reunir a la mayoría de los franceses dispuestos a terminar con una década de Gobiernos de derechas y meses después de imponerse en unas elecciones primarias en el Partido Socialista (PS), formación que él mismo dirigió desde 1997 hasta 2008. Solo tres años antes, cuando abandonó el puesto de primer secretario del PS, Hollande era un hombre solitario, alejado de la primera línea política y con pocos fieles que creyeran en el resurgir del líder de la "síntesis", diputado y responsable de la región rural de Corrèze (centro).

Durante años se había esforzado por aunar las diferentes sensibilidades políticas de su formación y se había apuntado victorias en escrutinios locales, pero no había logrado un solo triunfo socialista en las presidenciales o en las legislativas en más de una década al frente de su partido. La estocada final a su etapa como líder del aparato llegó en 2007, cuando su pareja sentimental y madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal, perdió las presidenciales contra Sarkozy. Separado de Royal y animado por su nueva pareja, a la que ha definido como la mujer de su vida, la periodista Valérie Trierweiler, Hollande se dedicó entonces a preparar su carrera hacia el Palacio del Elíseo, pivotando desde el ala más centrista del Partido Socialista. Para ello se sometió a una gran transformación, física y personal.

Amante de la buena mesa y del fútbol, perdió peso y cambió su carácter, de forma que el Hollande bromista e irónico dejó paso a un político más acorde con la idea de un presidente de Francia, serio, reposado y "normal", según su propia definición. Antes incluso de que los escándalos sexuales y judiciales apearan de la carrera presidencial a Dominique Strauss-Kahn, entonces favorito para convertirse en el nuevo presidente de Francia, Hollande anunció su intención de ser candidato.

Unas elecciones primarias abiertas a todos los simpatizantes de izquierda en otoño de 2011, en las que pese a no ser partidario de aquellos comicios derrotó a otros cinco candidatos -entre ellos a la propia Royal y a Martine Aubry, cabeza del partido-, le sirvieron como plataforma de lanzamiento de su carrera hacia el Elíseo y le ayudaron a subirse en la ola favorable de los sondeos, de la que no se bajó desde entonces.

De padre médico con convicciones de extrema derecha y madre trabajadora social de izquierdas, a sus 57 años Hollande llega a la Presidencia apoyado también por el aliento de la socialdemocracia europea, que ve en Francia la veta desde donde recuperar peso político en el continente, con elecciones a la vista en Italia y Alemania en el próximo año y medio. El nuevo presidente, que estudió derecho, políticas y comercio en prestigiosas instituciones como Science Po de París o la Escuela Nacional de la Administración (ENA), cuna de la mayor parte de los políticos franceses, ha trazado un programa que aúna rigor financiero y políticas de inversión para fomentar el crecimiento.

Además, ha prometido renegociar el tratado europeo de estabilidad fiscal con el objetivo de introducir más estímulos públicos. A ello suma numerosos dardos envenenados al mundo de las finanzas, al que responsabiliza de la crisis, y guiños a la juventud, al profesorado y a la función pública. Desde entonces, y a medida que se acercaba la cita electoral y Sarkozy se iba escorando a la derecha, el imperturbable Hollande se desmarcaba también de su rival en materia de inmigración, cuestión que catapultó a la extrema derecha de Marine Le Pen en a primera vuelta de los comicios.

Finalmente, el hombre por el que casi nadie apostaba hace tan solo cuatro años, por un afortunado cúmulo de factores, según algunos, y por predestinación y constancia, según otros, recupera para los socialistas el escalón del que se bajó Mitterrand hace ahora 17 años.

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