EN LA CENA OFICIAL
Barack Obama ha sido el último en llegar a la cena oficial del G-20. Una vez que se han reunido todos, y a punto de sentarse a la mesa, no han sido pocos los que han querido intercarbiar impresiones con el presidente estadounidense.
Primero se ha acercado Ban Ki-moon, a quien ha seguido Cameron, que ha tratado de hablarle al oído. Merkel también se ha dado por aludida y se ha levantado, para unirse a continuación al corrillo Hollande y Letta.
Esta imagen ha escenificado lo que está siendo la cumbre. La decisión tomada desde la Casa Blanca para atacar Siria no pone de acuerdo al G-20. De hecho, la mayoría de países convocados en San Petersburgo tratan de convencer al mandatario norteamericano para que cambie de parecer.
Mientras el mundo entero espera el informe final de los expertos de la ONU, David Cameron -atado de pies y manos- echa más leña al fuego. El primer ministro británico sostiene que dispone de nuevas pruebas sobre el uso de gas sarín en la matanza de Damasco.
Una afirmación que Putin no acaba de creerse. A pesar del apretón de manos, entre Moscú y Washington hay una tensión palpable. El presidente ruso asegura que los estadounidenses mienten sobre Siria y que ellos mismos lo saben.
Barack Obama encuentra cada vez más opositores dentro y fuera de su país. Por ahora, solo Francia, Turquía y Arabia Saudí apoyan la ofensiva norteamericana.
Sin embargo, desde la Casa Blanca dicen contar con el respaldo de nueve países, entre los que no se encuentra el Vaticano. Pero el Papa Francisco ha enviado una carta al G20 para evitar una intervención militar.