PAKISTÁN | ESTUVO UN MES SECUESTRADO
Afridi pasa 30 minutos al día lavando y peinando su bigote para mantenerlo impecable.
"La gente me respeta. Es mi identidad", dijo el hombre de 48 años cuando se le preguntó por qué estaba dispuesto a arriesgarlo todo por su barba.
"Me siento feliz. Me acostumbré a toda la atención y me gusta mucho", dijo.
Durante siglos, un exuberante bigote ha sido signo de virilidad y de la autoridad en India.
Sin embargo, en Pakistán los militantes tratan de hacer cumplir la doctrina religiosa de que un bigote debe ser recortado. Así, Afridi pasó de celebridad para prisioneros, a rival y ahora a un aliado de los talibanes en la frontera afgana.
El grupo exigió para protegerle 500 dólares al mes. Cuando Afrid se negó, cuatro hombres armados se presentaron en su casa en 2009. Dice que lo mantuvieron prisionero durante un mes en una cueva y sólo lo liberaron cuando accedió a recortarse.
"Tenía miedo de que me mataran, por eso sacrifiqué mi bigote", dijo.
En 2012 se empezó a dejarse crecer el pelo facial de nuevo y las amenazas volvieron por lo que volvió a esconderse y solo visitaba a su familia una o dos veces al mes.
Al mes se gasta 150 dólares para mantenerlo, más de lo que un profesor paquistaní puede ganar.