El dolor y la impotencia han teñido de duelo el montañoso cantón del Valais, acostumbrado a las avalanchas y los accidentes de esquí, pero conmocionado hoy por el drama de la muerte en el accidente de un autobús de 22 escolares y 6 adultos que habían disfrutado de una semana en las nieves alpinas.

La jornada amaneció en el Valais, refugio de esquiadores y de amantes de la montaña, con un sol radiante y unas temperaturas primaverales que contrastaban con los escalofríos que atenazaban a autoridades políticas, policiales y médicas, y a los simples ciudadanos, que asumían el trágico balance del accidente.

Veintidós escolares perdieron la vida y otros veinticuatro se encuentran heridos -tres de ellos de extrema gravedad- al chocar anoche el autobús en el que viajaban de forma frontal con la pared de una de las salidas de emergencia de un túnel en la autopista A9.

"La muerte de un adulto es dramática, pero la pérdida de un niño, no hay palabras para definirla", resumió en rueda de prensa en la capital del Valais, Sion, el primer ministro belga, Elio Di Rupo, conmocionado por la magnitud de lo ocurrido.

"Estamos acostumbrados a los accidentes, a la pérdida de vidas, pero a un caso como éste, no. Cuando hay niños envueltos, se convierte en una tragedia", explicó el director médico de la organización cantonal suiza de socorro, Jean-Pierre Deslarzes.

"Cuando los equipos de emergencia entraron en el autocar se encontraron con menores heridos, con algunos mutilados y con muchos muertos. Esto, en el aspecto emocional, es muy duro, extremadamente duro, muchos quedaron fuertemente traumatizados", agregó.

Tal fue el golpe para las más de 200 personas que participaron en las labores de rescate que tuvo que establecerse un equipo de ayuda psicológica dedicada especialmente a ellos, y las autoridades, tanto suizas como belgas, tuvieron palabras de agradecimiento y de apoyo.

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