EN NEPAL
En una calle concurrida de Patan en Nepal, un pequeño cartel pintado a mano anuncia la residencia de una nueva diosa viviente. Tiene siete años, su nombre es Yunika y acaba de convertirse en una diosa Kumari.
"Cuando mi hija fue elegida como Kumari, me sentí muy feliz", cuenta su padre, Ramesh Bajracharya, en una entrevista recogida por ABC News. "Las Kumari son muy importantes en Nepal y verdaderamente respetadas", señala el orgulloso padre.
La Kumari tiene que vivir con sus padres, que deberán abandonar sus trabajos para convertirse en sus cuidadores a tiempo completo. A la Kumari no se le permite salir de su residencia, excepto para los festivales sagrados, y no puede pisar el suelo, incluso dentro de su casa.
La madre, Sabita Bajracharya, ha confesado en una entrevista que le da pena que "otros niños jueguen al aire libre" y ella no pueda, aunque cuenta que sus amigos van a jugar con ella dentro de casa. "Lo que ella exige, muñecas o cualquier juguete, lo tiene", afirma.