Se cumplen 17 años de los atentados que cambiaron el mundo

El Museo del 11 de septiembre de Nueva York, un espacio para evitar el olvido

Una foto a gran tamaño preside la entrada al Museo Memorial 11-S. Es una imagen de Nueva York tomada a las 8.30 de la mañana del 11 de septiembre de 2001. El cielo era azul, sin una sola nube, y los primeros rayos de sol teñían de dorado el Bajo Manhattan. Por encima del resto de rascacielos brillaban especialmente las Torres Gemelas. Dieciséis minutos después todo cambiaría. No sólo en Manhattan, probablemente en el mundo entero. Un avión de pasajeros impactaba contra la Torre Norte. Era sólo el comienzo.

La voz de Robert de Niro nos recibe en la entrada del Museo Memorial 11-S (el '9/11 Memorial & Museum'). El actor vive en el barrio neoyorquino de TriBeCa y fue testigo directo del atentado contra las Torres Gemelas. Así nos lo cuenta en la audioguía del museo, a la que ha puesto voz. Él estaba en su casa y relata como fue aquella mañana del 11 de septiembre. Su voz nos sirve de guía para visitar el museo.

La primera vez que estuve en la llamada 'zona cero' era sólo un solar vacío con centenares de personas trabajando en su reconstrucción. Desde entonces, cada vez que he viajado a Nueva York no he podido evitar visitar la zona. La he visto renacer, he sentido un escalofrío ante las dos enormes piscinas que ahora ocupan el lugar donde estaban las torres, rodeadas por los nombres de todas las víctimas de los atentados. He subido al nuevo One World Trade Center, impregnándome del valor emocional que tiene el rascacielos. Y en esta ocasión he querido visitar el museo que recuerda aquella histórica jornada.

Al Museo del 11-S no se entra, se baja. Porque está dentro de lo que era la base de las torres y rodeado de parte de sus cimientos originales. La primera estancia a la que se llega es el Foundation Hall, una enorme estancia con techos de 18 metros de altura situada bajo lo que era la Torre Norte. Una de sus paredes es el muro original de contención de las aguas del río Hudson que se construyó en los cimientos cuando se levantaron las torres en 1973.

Aquí se guarda algo especialmente emotivo: la última columna de acero de las torres que se sacó de sus ruinas ocho meses después de su derrumbe. En ella se habían pegado fotos de bomberos fallecidos, recuerdos... y en lo alto tres cifras: 343 (los bomberos muertos allí), 23 (los policías fallecidos) y 37 (los policías de la autoridad portuaria que perdieron a vida). En su día la columna fue sacada de entre las ruinas con una guardia de honor y ahora ocupa un lugar destacado en el museo.

Como lo ocupan también 2983 fotos en la sala In Memoriam, seguramente la más brutal de todo el museo. Aquí están los rostros de todos los fallecidos en los atentados de las Torres Gemelas (también el ataque de 1993), del Pentágono y en el avión estrellado en Pensilvania. Sus sonrisas, sus caras inocentes, algunos objetos donados por sus familias y grabaciones de sus seres queridos recordándoles. Una sala en la que, por un elemental respeto, no pueden hacerse fotos.

In Memoriam ocupa la huella original dejada por la Torre Sur y está rodeada por la base de las columnas de acero que sostenían el edificio. El museo está salpicado de restos de las torres: acero retorcido, columnas de 24 metros, hormigón, parte de la gigantesca antena que coronaba uno de los rascacielos... También dos camiones de bomberos y un coche de policía destrozados en el derrumbe. Y una prolija exposición explica el antes, el durante y el después de los atentados, con vídeos, fotos, audios de los equipos de emergencias, uniformes, asientos de los aviones... En torno a dos horas y media me llevó la visita al museo. Y eso sin pararme en exceso en el aluvión de información que contiene.

17 años después, las obras en la "zona cero" aún no han terminado, aunque ya tiene prácticamente su aspecto definitivo. La última inauguración ha sido la enorme y llamativa estructura blanca de la estación de metro del Worl Trade Center. Obra del español Santiago Calatrava, el Oculus es también un centro comercial con un espectacular hall de líneas curvas que, vistas desde fuera, no han gustado a todos por romper radicalmente con un entorno de líneas rectas, acero y cristal. El arquitecto valenciano ya está acostumbrado a generar opiniones dispares. El Oculus tiene, quizá, un aspecto demasiado frío y deshumanizado, aunque quizá haya que darle tiempo para que Nueva York lo impregne con su esencia.

El Oculus de Calatrava | Marino Holgado

Nunca faltan flores en los nombres de las víctimas de los atentados, troquelados en el bronce que rodea las dos piscinas del 9/11 Memorial. También algunas fotos puestas por sus familiares para recordar un cumpleaños, un aniversario de bodas... O, simplemente, porque no se les olvida. "No day shall erase you from the memory of time", señala una cita de la "Eneida" en el interior del Museo, con letras hechas con acero de las torres. En traducción libre, algo así como "No llegará el día en que desaparezcas de la memoria del tiempo".

Datos prácticos para la visita: El "9/11 Museo and Memorial" está en el 180 de Greenwich St., en la plaza del World Trade Center. La entrada cuesta 26 dólares (23 euros) y se pueden comprar cómodamente en las máquinas de venta que hay alrededor del edificio. Se puede elegir horario, aunque no suele haber problemas de aforo. La audioguía cuesta siete dólares (6 euros). La visita puede necesitar un mínimo de dos horas.

Junto al Museo está el Oculus, el centro comercial y estación de metro y tren diseñada por Santiago Calatrava. Y puedes completar la visita a la zona subiendo al mirador del nuevo One World Trade Center, el edificio más alto de Estado Unidos (34 dólares la entrada más barata, en https://oneworldobservatory.com/es/comprar-tickets).

Más sobre este tema: