Piden ayuda al gobierno
El matrimonio infantil y forzado está prohibido, pero sigue siendo común en Afganistán, particularmente entre las familias más pobres para obtener beneficios. Entre las víctimas más invisibles se encuentran las esposas de los talibán, cuya situación suele empeorar al quedarse viudas.
"Ser miembros de la familia de los combatientes más peligrosos y despiadados, que tienen muchos enemigos entre la gente, hace que sea difícil para esas mujeres", asegura la parlamentaria y defensora de los derechos de las mujeres Shukria Barakzai. "Son tratadas como esclavas sexuales y las dejan completamente indefensas", añade.
Cuando sus maridos mueren en las batallas, la vida a menudo empeora para estas jóvenes. Sus familias están demasiado asustadas para aceptarlas, la sociedad las rechaza y corren el riesgo de sufrir abusos como mujeres solteras desprotegidas.
Tras un año casados, el marido de Fátima, de 25 años de edad, --a quien califica como un "criminal veterano"-- mató a un agente de Policía y fue encarcelado durante 18 años.
A finales de 2016 fue liberado, después de haber cumplido solo cuatro años de condena, algo común en Afganistán, donde los talibán suelen tener influencia sobre el Gobierno. El marido de Fátima nunca regresó a su hogar y sus hermanos le dijeron a la joven que creían que se había sacrificado en un ataque suicida.
El marido talibán de Fátima le controlaba tanto que incluso le prohibió que se aseara, además de amenazarle con quemarle el rostro si se atrevía a maquillarse, ya que pensaba que su esposa intentaba seducir a otros hombres.
"Mi cuñado tenía la intención de obligarme a casarme con él y vender a mi hija de cuatro años a un comandante talibán", asegura Fátima. "Este plan maligno me agonizó y al mismo tiempo me animó a huir, independientemente de las consecuencias", añade.
Fátima consiguió huir con su hija. Su padre no la aceptó, pero sus primos le ayudaron a llegar a la capital afgana, Kabul.
"Toda la familia de mi marido es miembro de los talibán y prometieron matarme a mí y a toda mi familia para hacer justicia", señala la joven. Para los talibán, la justicia significa matar a Fátima y a su familia por la falta de respeto que significó que huyera de su hogar.
Zari, otra viuda talibán, que fue casada a los 14 años, no tuvo tanta suerte. Tres años después de que su marido muriera en un ataque suicida, Zari permanece atrapada en la provincia de Helmand, en el sur de Afganistán, atormentada por sus primos, que la violan repetidamente y educan a sus hijos de nueve y once años para convertirse en yihadistas.
"Pido al Gobierno que me recate a mí y a mis hijos, ya que su futuro está en grave peligro", insta la mujer de 26 años, que se negó a dar su nombre real. "Planean enviar a mis hijos a Pakistán para participar en la yihad. Entrenan a mi hijo mayor para que se convierta en un miliciano como su padre", añade.
Ni el Gobierno ni los grupos defensores de los Derechos Humanos pueden acceder a las viudas de los talibán, que viven con sus suegros en territorios remotos controlados por los rebeldes.
Afganistán cuenta con cerca de cinco millones de viudas, según la portavoz del Ministerio de Asuntos de la Mujer, Kobra Rezai. El Gobierno solo puede proporcionar 100 dólares al mes a unas 100.000 viudas, pero ninguna de ellas es viuda talibán.