LAS PONDRÁ EN EL PAVO Y PUDIN
Debra tiene 41 años y tras la pérdida de su madre Doreen sintió el impulso de comerse sus cenizas. Según informa el diario 'Mirror', desde el fallecimiento de su madre ha tomado pequeñas cucharadas de sus cenizas la mayoría de los días para sentirse "lo más cerca posible" de ella.
"La gente puede pensar que no es muy respetuoso, pero no puedo evitarlo", explica Debra. Su madre murió repentinamente de una obstrucción de las vías respiratorias después de sufrir una infección en el pecho.
Su pérdida fue muy dolorosa para Debra, quien en Navidad 1996 perdió a su hijo que nació prematuro. Cuando murió su madre, Debra se hundió. "Ella ha sido la que me ha ayudado a superar todos los altibajos de mi vida y, de repente, ya no estaba", relata.
Después del funeral y la cremación, la mujer pensó en esparcir las cenizas de Doreen, pero finalmente se las quedó: "Decidí que quería hacer algo con sus cenizas que cambiaría la forma en que la recordamos".
Meses después de la cremación, una de las dos hermanas de Debra, que desconoce su ritual poco ortodoxo, entregó su parte de las cenizas a su hogar. "Al principio los guardaba en una bolsa de sándwich de plástico", explica Debra, y es que, según cuenta, quería estar junto a ella todo el tiempo y "los tenía junto a la cama".
Al tiempo, metió los restos de su madre en una pequeña caja pero no podía "sentirse cerca". Un día, abrió la caja, se lamió los dedos y los sumergió en las cenizas: "Antes de saber lo que estaba haciendo, estaban en mi boca y el sabor salado y cremoso era reconfortante. Me sentí confundida por lo que había hecho, pero la sensación de comodidad y cercanía que trajo fue el primer consuelo que tuve desde su muerte".
"No quiero solo lamerme las cenizas de los dedos. Me gustaría que mi madre fuera parte de la celebración este año, así que la pondré con mi cena de Navidad", concluye Debra.