EN ESTADOS UNIDOS
El corazón del pequeño Tripp Halstead no ha ganado la batalla que llevaba luchando los últimos cinco años de su vida. El jueves pasado "su pequeño cuerpo puso fin a la lucha contra una infección" y a las 5:47 p.m. falleció.
La vida de Trippadoo, como cariñosamente le llamaba su madre, cambió trágicamente el 29 de octubre de 2012. Tenía dos años y estaba jugando debajo de un árbol en el exterior de su guardería cuando una rama le cayó sobre la cabeza y le aplastó el cráneo. Urgentemente lo trasladaron al hospital en Atlanta y los médicos dieron pocas esperanzas de vida a sus padres.
Sin embargo Tripp quiso luchar con fuerza por la batalla de la vida y sobrevivió. El accidente dañó severamente los lóbulos frontales y parietales, áreas del cerebro que controlan las funciones cognitivas y motoras. Fue sometido a múltiples cirugías y, sorprendentemente, superó los obstáculos.
Desde entonces sus únicas palabra fueron gemidos, sus días los pasó paralizado. No podía mover su cabeza hacia arriba, sus ojos estaban atrapados en una mirada inexpresiva, en su día a día no faltaba una larga lista de medicamentos ni las visitas continuas a la fisioterapia.
Según publica The Washington Post el pasado jueves la madre de Tripp entró en su habitación para despertarlo y vio que el pequeño estaba luchando por respirar. Su corazón estaba acelerado así que su madre lo llevó al médico. Los facultativos le dijeron que podría ser una neumonía y le recomendaron lavados bronquiales.
Su madre ha ido compartiendo en redes sociales la evolución de Tripp desde el momento del accidente. Para ella ha sido como una especie de terapia el compartir su día a día con los internautas. Poco después del fallecimiento del pequeño escribió: "Te amamos, Trippadoo nunca te darás cuenta del impacto que has tenido en nuestras vidas".