Estados Unidos
Los lapsus de Joe Biden no hacen más que recordarle a todo el mundo los riesgos de un candidato de 81 años que quiere seguir de presidente hasta los 86.
Hay que decir las cosas claras: las encuestas no indican que Biden vaya a ser reelegido presidente. O, dicho de otra manera, los datos de intención de voto sugieren que los demócratas se dirigen a un fracaso estrepitoso.
La última advertencia viene de NBC News, que no solo le da una ventaja cada vez mayor de Trump -ahora de 5 puntos (47% Trump frente al 42% de Biden) sino que Trump y Biden estarían empatados o con ligera ventaja para el republicano incluso entre tres grupos demoscópicos que Joe Biden necesita imperiosamente: latinos, jóvenes e independientes.
Entre los latinos en particular, Trump tendría 1 punto de ventaja cuando uno de los principios hasta ahora establecidos en la historia política reciente estadounidense es que ningún candidato demócrata puede ganar sin tener el apoyo de al menos dos tercios del voto hispano.
¿Por qué entonces no hay verdadera sensación de alarma entre los demócratas? Primero, porque Biden y su equipo calculan que llegado el momento de la verdad el rechazo a Trump hará que se vote por él. Los datos respaldan parcialmente esta esperanza, dada la animadversión hacia Trump en un 60% del electorado.
Segundo, porque en la Casa Blanca calculan que la economía no va mal y que va a mejorar aún más. La inflación sigue cayendo, hay subida real de salarios y los tipos de interés es probable que se reduzcan también.
Tercero, se calcula que una probable condena a Trump en alguno de los múltiples juicios que tiene pendientes provocaría un efecto menor pero decisivo en el electorado. Es probable una oscilación de al menos un 5% de votantes. Y eso podría decidir las elecciones.
Además, a los demócratas no les preocupan especialmente los datos de intención de voto que, a fin de cuentas, solo indican la proyección de voto total. Lo que cuenta no es por cuánto se gana o se pierde en papeletas sino quién gana, aunque sea por un voto en la media docena de estados claves en los que no está claro aún cuál de los dos candidatos se va a imponer.
Son Pennsylvania, Michigan, Wisconsin, Nevada, Georgia, Arizona y tal vez Carolina del Norte. Ahí es donde los demócratas creen que las pequeñas oscilaciones que ven como previsibles les van a ayudar.
Trump tiene otros planes. Los problemas judiciales los ve “aplazables” y, en cierto modo, tiene razón porque aunque fuera condenado siempre podrá apelar y ninguna apelación final y definitiva será firme antes de las elecciones.
Y, sobre todo, el mundo sabe que el problema más importante de la candidatura de Joe Biden no tiene arreglo. Es su edad. Valga como ejemplo su confusión al decir que había hablado con el presidente de Francia, François Miterrand, fallecido hace 20 años.
Para ser más precisos, la percepción por la inmensa mayor parte del electorado -incluida la mayor parte de los potenciales votantes demócratas- de que, independientemente de la cifra de 81 años, Biden está física y mentalmente demasiado mayor como para seguir de presidente otros cuatro años más. Es un enigma cómo el equipo de Joe Biden pretende afrontar ese handicap estructural de su candidatura.