EN EL CAMPAMENTO NO HAY COMINA NI MEDICINAS
Avanzan calle a calle sembrando el terror. Es difícil oponer resistencia a los yihadistas. Al grito de “Ala es grande” arrancan las cortinas y sábanas que los vecinos colocan para evitar a los francotiradores.
En menos de una semana el Estado Islámico se ha hecho con el control de casi todo el campamento de refugiados de Yarmuk. Atrapadas en el fuego cruzado entre milicias radicales y el ejército sirio, 12.000 personas sobreviven bajo los escombros. De ellos 3.500 son niños.
Las casas están destruidas. “Tenemos miedo de dormir en los pisos de arriba. Estamos cansados de tener hambre y sed, y tampoco hay medicinas”, cuenta una refugiada.
Naciones Unidas advierte de la situación límite de una población civil asediada por los bombardeos. Los helicópteros del presidente Al Assad lanzan barriles con explosivos en un intento desesperado de detener el avance de los radicales.
Los extremistas decapitan a la gente y tiran sus cabezas a la calle. También secuestran a los cooperantes que tratan de llevar ayuda humanitaria.
Cerca de 2.000 personas han podido huir en las últimas horas, pero las ONGs denuncian que las vías de escape están taponadas por el ejército sirio para evitar el avance yihadista.