LOS SUPERVIVIENTES DUERMEN AL RASO
No hay alivio. El joven nepalí, Amir Tamang, acaba de identificar el cuerpo de su hermano. Como él, miles de supervivientes tienen que enfrentarse a la tarea más difícil: empezar una nueva vida sin nada. Sin casa, sin comida ni agua y sin los suyos. Él ha sobrevivido a la catástrofe y, destrozado, llorando, relata que "los equipos de rescate han sacado los cuerpos de cuatro familiares míos y los han llevado a la morgue. Estoy destrozado".
En una casa cercana, el tejado se ha desplomado y ha aplastado el primer piso. Los equipos de rescate no han podido hacer nada por una niña de 12 años.
El Ministro de Trabajo de Nepal, Tek Bahadur Gurun, hace un llamamiento dramático ante los medios de comunicación. "No sólo necesitamos comida y ropa para los heridos. Nos hace falta material pesado, como excavadoras y grúas, para los rescates y, también para retirar los cadáveres".
Esta capital, de un millón de habitantes, es un lugar arrasado del que muchos intentan escapar. Soportan colas en las gasolineras, y surgen peleas durante los repartos de comida.
Es urgente atender a aquellos que aún puedan estar con vida y llevar ayuda a las treinta mil personas que se cobijan bajo lonas en parques y recintos deportivos. Muchos están enfermos y heridos. Algunos no tienen ni colchón. Hasta el Presidente del país ha dormido en una tienda de campaña por los daños que ha sufrido su palacio.