Reino Unido
Antonya Cooper, que sufre una enfermedad terminal, ha confesado los hechos para reivindicar la necesidad de cambiar la ley sobre la muerte asistida.
Antonya Cooper, de Abingdon, Oxfordshire, confesó haber matado a su hijo de siete años, Hamish, con una una sobredosis de morfina. El pequeño sufría un cáncer en estadio cuatro y recibió 16 meses de un duro tratamiento que le dejó con "mucho dolor".
Hamish tenía cinco años cuando le dieron una esperanza de vida de tres meses tras detectarle un neuroblastoma, una forma de cáncer común entre niños. Ahora, 43 años después, es su madre la que se enfrenta a un cáncer terminal.
Siguiendo las declaraciones proporcionadas por The Times, tras una gran lucha y, a pesar de los cuidados médicos, Hamish sufría fuertes dolores. Es por esto que Cooper decidió preguntarle a su hijo si quería que ella acabase con el dolor: "Le dije: '¿Quieres que me quite el dolor?' y él dijo: 'Sí, por favor, mamá'".
"A través de su catéter Hickman, le di una gran dosis de morfina que silenciosamente terminó con su vida", confesó Cooper.
La acusada declaró a BBC Radio Oxford que sentía que su hijo sabía que iba a acabar con su vida. "En el momento en que Hamish me dijo que tenía dolor y me preguntó si podía quitarle el dolor, él sabía, sabía en algún lugar lo que iba a suceder", aseguró Cooper.
Aun así, no existen pruebas que respalden el consentimiento de Hamish a su muerte asistida. "Obviamente no puedo decirte por qué o cómo, pero yo era su madre, él amaba a su madre, y yo lo amaba totalmente, y no iba a dejarlo sufrir, y siento que él realmente sabía a dónde iba", confesó la acusada.
Tras la muerte de su hijo, Cooper se dedicó a concienciar acerca del neuroblastoma, participando en la fundación de una organización benéfica fundada en el 1982 y conocida como Neuroblastoma UK. La finalidad de esta organización es brindar apoyo a los niños y a los familiares afectados por dicha enfermedad.
Cooper no se ha arrepentido acerca de la decisión que tomó décadas atrás: "Fue lo correcto. Mi hijo estaba enfrentando el sufrimiento más horrendo y el dolor más intenso, no iba a permitir que pasara por eso".
Incluso cuando se le comunicó que estaba confesando homicidio involuntario o asesinato, la mujer no titubeó. Es más, aconsejó a la Policía que si iban a detenerla "43 años después de haber permitido que Hamish muriera en paz", tendrían que "ser rápidos, porque yo también me estoy muriendo".
Aun así, la acusada ha reconocido la cuestionabilidad de sus acciones y se ha mostrado dispuesta a enfrentar todas las consecuencias que estas puedan acarrear.
Debido al estado de salud en el que se encuentra Cooper, es poco probable que las autoridades la juzguen. Aun así, la policía de Thames Valley ha iniciado una investigación.
El suicidio asistido y la eutanasia son prácticas ilegales en Inglaterra, por lo que las autoridades están revisando los informes relacionados con el caso y abrirán una investigación preliminar para determinar los pasos que seguirán.
"En esta etapa inicial, la fuerza está haciendo investigaciones sobre estos informes y no está en condiciones de hacer más comentarios mientras continúan estas investigaciones", informó la Policía a través de un comunicado recogido por el medio People.
Ahora, con 77 años, la acusada ha decidido confesar los hechos transcurridos hace más de 40 años para reivindicar la necesidad de un cambioen la ley de Reino Unido sobre la muerte asistida.
Mientras intenta aceptar que padece un cáncer incurable, Cooper asegura que nunca antes había sentido que sus sentimientos acerca de la muerte asistida estuviesen tan cimentados. Esta seguridad llega tras experimentar el sufrimiento y la mala salud provocados por el cáncer de mama y páncreas que ya se ha extendido a su hígado.
"Se lo hacemos a nuestras mascotas ¿Por qué no deberíamos hacérselo a los humanos?", se preguntó Cooper.
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