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La masificación del turismo afecta a las principales ciudades europeas

El año pasado casi 600 millones de turistas visitaron Europa, pero tanto turista no enriquece siempre los bolsillos locales y genera malestar.

Venecia es el ejemplo claro de cómo el turismo puede dejar sin alma una ciudad pequeña. Con sus 60.000 habitantes, sufre cada año unos 30 millones de turistas. La ciudad ha tenido que prohibir la entrada de grandes cruceros y ha impuesto una tasa que va desde los 3 a los 10 euros, dependiendo de la estancia. "Esto no va a resolver el problema, es un paliativo", cuenta una vecina que aún no se ha marchado.

Todo para proteger un enclave que los venecianos han ido abandonando por la presión del turismo y con ellos se ha ido el comercio local. A cambio se han multiplicado los restaurantes, hoteles y tiendas para turistas. Lo mismo está pasando en Roma.

El consejero de Turismo de la capital, Alessandro Onorato, cree que la masificación es muy negativa porque "destruye el centro y no permite al turista tener una verdadera experiencia".

En Roma ya hay zonas donde es imposible, no solo vivir, también moverse. El área cercana al Coliseo es un ejemplo, pero hay muchos otros en la ciudad eterna.

“Dentro de poco será un caos de gente el metro Coliseo. De hecho, cuando regrese del trabajo ya no podré cogerlo", nos cuenta una vecina de la ciudad.

Praga y Barcelona sufren la misma presión. Hemos preguntado en la calle a los barceloneses y la mayoría reconoce que el turismo en verano es excesivo, que no suelen vestir como debieran por la calle y que a veces son maleducados. Sin embargo, consideran que dejan mucho dinero en la ciudad y que ellos también se convierten en turistas cuando salen de Barcelona.

Según los expertos, el turismo masivo no solo despersonaliza, además erosiona. Provoca que toneladas de basura terminen en el mar, como ocurre en Tailandia e Indonesia. Y no solo es la basura, es el agua dulce consumida y los daños en la fauna.