Terremoto
El terremoto que sacudió Marruecos ya deja más de 2.000 muertos. Los efectivos trabajan a contrarreloj para salvar vidas mientras muchos vecinos se despiden de sus seres queridos.
En el pueblo de Mulay Brahim, los vecinos entierran a los suyos y a parientes cercanos. Hoy se cavan cuatro tumbas, la de dos madres y sus hijos. Pocos edificios se han salvado en esta localidad del Atlas. El de Ismail tiene alguna grieta, pero aún está en pie después del terremoto.
"El suelo empezó a temblar", nos cuenta mientras señala una grieta en la pared de su comedor: "Tuve que correr por seguridad. La pared se resquebrajó bajo el pilar y todo cayó al suelo". Pero a pesar del miedo tuvo que regresar para salvar a su vecina, atrapada bajo los escombros de su casa: "Estaba dormida cuando ocurrió el terremoto. No pude escapar, el techo se me cayó encima. Estaba atrapada. Mis vecinos me salvaron y quitaron los escombros con sus propias manos", cuenta esta superviviente.
No todos han tenido la misma suerte. "Aún hay personas enterradas aquí bajo la casa, no pudieron ser rescatadas y murieron", nos cuenta otro vecino.
En el pueblo casi todos han dormido bajo las estrellas y, en el Atlas, ya hace frío. Lo único que quieren es regresar a sus casas, pero el miedo y las ruinas se lo impiden. Es la segunda noche que Marruecos vive tras el trágico terremoto. Los vecinos duermen en la calle, a 24 grados, y con un cansancio que no supera al miedo.
"Yo no puedo dormir. Quiero que alguien me acompañe a ver si puedo volver a mi casa o no", pide uno de los hombres que intenta conciliar el sueño en la calle, pero le es imposible. Mustafá nos cuenta que por ahora no falta comida, aunque la están racionando. Hay una excepción: los bebés. "Los niños pequeños no tienen comida, ni bebida, no tienen la leche que necesitan", nos cuenta, preocupado. "Es una experiencia muy dolorosa", asegura otro vecino que vuelve a dormir a la intemperie.
También muchos españoles que se encontraban en Marrakech se han visto afectados por el desastre. Los turistas van abandonando la ciudad poco a poco. Ángel es de Águilas, Murcia, y estaba con su familia en el país.
Los hemos encontrado en el aeropuerto, ya de regreso. Cuenta que sus hijos se portaron muy bien y que, con calma, cogieron pasaportes, llaves y dinero y salieron corriendo de la casa. Han adelantado los billetes de avión, cosa que les han costado, dice su mujer, tres veces más que lo que pagaron.
Los turistas se van y a Marrakech comienza a llegar la ayuda. Los pueblos de las laderas del Atlas todavía tendrán que esperar por el mal estado de las carreteras.