Guerra ruso-ucraniana
Desde que Vladímir Putin gobierna Rusia, sus opositores han muerto en extrañas circunstancias o han sido envenenados. La guerra con Ucrania ha aumentado esta clase de casos entre sus disidentes.
En Rusia, se ha tomado ya por hábito que los disidentes del presidente ruso, Vladímir Putin, mueran en extrañas circunstancias, sean envenenados sin saberse cómo, o no vuelvan a abrir la boca jamás, bien sea desapareciendo o muriendo. Uno de los casos más mediáticos fue el envenenamiento de Aleksandr Litvinenko, un oficial disidente soviético que renegaba de Putin y que murió en el año 2006 tras ser envenenado con polonio radiactivo.
Aquella muerte, cuando Putin llevaba tan solo seis años en el poder, fue la primera conocida de muchas situaciones de un calibre similar que se han convertido en algo tradicional en Rusia. Otro ejemplo es del opositor Alexéi Navalni, envenenado con el agente Novichok, uno de los más contagiosos y peligrosos del mundo, y que le dejó al borde de la muerte. Pese a las advertencias de Putin, Navanlni regresó a Rusia, donde fue detenido, encarcelado, y posteriormente, condenado a prisión.
Ahora, y con la invasión de Ucrania, la oposición ha endurecido su tono contra Vladímir Putin. Él, consciente de lo mucho que se juega si no consigue apoyo de los suyos, también ha dado una dura respuesta a sus opositores. O al menos eso se cree. Muchos de los que le han negado su apoyo para la invasión a gran escala que lanzó en Ucrania el pasado 24 de febrero han sido encontrados muertos en extrañas circunstancias, asesinados o envenenados.
Misterio tras misterio, sin que se resuelva ninguno
Alexander Tyulyakov, que había trabajado en la empresa gasística rusa Gazprom, fue encontrado muerto al día siguiente de que empezara la guerra en Ucrania. Su cadáver fue hallado en una casa rural junto a una nota de suicidio, con tan solo 60 años. En marzo, el oligarca Mikhail Watford, que tenía pasado ucraniano, fue encontrado en su casa sin vida, en una muerte por ahorcamiento. Watford había mostrado su negativa desde el inicio de la guerra y nunca había apoyado la agresión a sus compatriotas ucranianos.
También en marzo ocurrió un suceso dramático cuando se encontró el cuerpo del magnate ruso Vasily Melnikov, muerto junto a su mujer y sus hijos, todos con heridas de acuchillamiento. La escena del crimen apuntaba a que el hombre ejecutó a toda su familia y luego se quitó la vida, aunque el hecho de haberse manifestado también contario a la guerra en Ucrania puso en duda la hipótesis de suicidio. Más de lo mismo con el magnate ruso Vladislav Avaev, muerto con su mujer e hija en otro presunto asesinato y posterior suicidio, y también con el oligarca Sergey Protosenya, encontrado sin vida junto a su mujer y su hija en Girona, donde residían.
Otro caso ha sido el de Anatóli Chubáis, que huyó junto a su familia de Rusia tras negarse a apoyar a Putin en la invasión de Ucrania, y que fue ingresado a principio de agosto por lo que los doctores llamaron "un raro trastorno neurológico". Aunque se cree que ha desarrollado una enfermedad, no se descarta que haya sido envenenado.
El suceso más reciente de este calibre ha sido el de Ravil Maganov, presidente de la mayor petrolera privada de Rusia (Lukoil), que ha muerto tras caer por la ventana del hospital en el que estaba ingresado. En marzo, emitió un comunicado pidiendo públicamente el fin de la guerra en Ucrania, siendo el último de muchos otros casos en los que se ha discrepado del presidente de Rusia y ha terminado perdiendo la vida en extrañas circunstancias, alargando una lista que no para de crecer.