LA GUERRA SIRIA EN LÍBANO (1/4)

Líbano, de ejemplo de integración al casi colapso: “Soy siria, no soy un animal, soy un humano como tú”

La vida de los sirios en Líbano, el país con mayor tasa de refugiados per cápita, constituye una historia de discriminación y situaciones extremas que puede provocar que "todo explote", pero también de humanidad, esfuerzo y generosidad por parte de los libaneses para intentar que la vida sea menos difícil hasta que el ruido de las bombas deje de sonar.

“Soy siria, no soy un animal, soy un humano como tú. ¿Cuál es el problema conmigo? Estamos sufriendo”, denuncia Zakia Shaikho, refugiada sirio-kurda que lleva en Líbano cuatro años. Asad, un niño de diez años que lleva cinco refugiado en el mismo país también se lamenta: “En Siria nos tratan con más respeto que aquí, donde hablan mal de nosotros y no nos tratan como seres humanos”. Los trabajadores de las organizaciones humanitarias, no obstante, se esfuerzan por demostrar que les tratan como “seres humanos, no importa si son sirios o palestinos”, según la libanesa Yolla Bouteen, coordinadora de la unidad móvil de la Cruz Roja en Baasir, aunque no es lo que sucede con el resto de la población libanesa, como observación general.

"En Siria nos tratan con más respeto que aquí"

Líbano, que tiene una historia compleja muy ligada a su vecina Siria, es una tierra refugio gracias a su montañosa orografía. El país ha sido casa de tantas capas de refugiados que éstos se han mezclado e integrado en él, como es el caso de los cristianos maronitas que llegaban de Siria hace siglos para refugiarse en las montañas, explica Tomás Alcoverro, actual corresponsal de ‘La Vanguardia’ en Líbano. De los refugiados llegados durante el siglo XX, actualmente hay alrededor de 150.000 armenios totalmente integrados y más de 470.000 palestinos cuya aceptación es más compleja, porque se involucraron en la guerra civil libanesa de entre 1975 y 1990.

Llegada masiva de sirios

En este contexto de integración y no integración de las diferentes comunidades es en el que tiene lugar la llegada masiva de refugiados sirios, que comienza en marzo de 2011 y que ahora alcanza su máximo histórico. Acnur tiene registradas 1.033.513 personas sirias como refugiadas en Líbano, de las que alrededor de 300.000 viven en Beirut, aunque no hay datos oficiales de la cifra real porque a partir del 5 de mayo de 2015 se pararon los registros a petición del Gobierno central. Así, la tasa de refugiados per cápita es la más alta del mundo, alcanzando legalmente el 24% –el equivalente a más de 11 millones de personas en España–.

Líbano tiene la tasa de refugiados per cápita más alta del mundo (24%)

El hecho de que los nuevos refugiados sirios no consten como tal establece una gran diferencia respecto a los palestinos, que viven “en campos perfectamente estructurados, en zonas concretas alrededor de Beirut o de otras ciudades como Tiro”, señala Alcoverro. En cambio, como los sirios no tienen unos lugares exactamente establecidos para vivir, lo hacen en ciudades, pueblos y campos improvisados, sobre todo, en la llanura de la Bekaa. También habitan en campos de refugiados tradicionalmente palestinos, como Chatila, en el sur de Beirut, lo que provoca fricciones entre las personas de diferente nacionalidad.

Niños sirios y palestinos conviven en el campo de refugiados palestino de Chatila, en Beirut | Alba Gómez Varela | Rosa Soto

Nadie se va a ir

La llegada continua de personas añade complejidad a una situación ya complicada que no se va a resolver. De momento, no parece que los armenios se vayan a ir y nunca se han manifestado en este sentido. Los palestinos sí que lo han hecho, pero tampoco existen indicios de que su salida se pueda producir en un corto plazo, a pesar de que no se está favoreciendo su incorporación a la sociedad libanesa.

"Se quieren quedar aquí porque tienen trabajo, amigos y familia"

Este miedo a la permanencia es uno de los motivos por los que no se ha promocionado la integración de los refugiados sirios. “Se quieren quedar aquí porque tienen trabajo, amigos y familia”, considera la libanesa Faten Ashkar, trabajadora social de la unidad móvil de la Cruz Roja en Baasir, punto de vista compartido por los extranjeros que viven en el país. Sin embargo, la mayoría de los recién llegados tienen en mente volver a Siria y por eso no buscan ser reasentados o irse a Europa.

Otra de las razones por las que no hay un plan para integrar a los refugiados es la del equilibrio entre las comunidades. Tanto la mayoría de los palestinos como de los sirios son suníes y podrían generarse tensiones con los chiitas si llegaran a quedarse después de la guerra, según Matthew Saltmarsch, responsable senior de Comunicación de Acnur en Líbano.

El gran esfuerzo de los libaneses

A todo esto se suman las circunstancias de pobreza, falta de recursos y ayuda que ya vivían antes los libaneses, que han hecho un esfuerzo intentando absorber dentro del sistema a los refugiados que llegaban al principio, lo que ha generado muchas fricciones. “Estas fricciones son normales si tu población es de cuatro millones de personas y tienes dos millones de refugiados, ningún país podría tolerarlo”, defiende Foued Gamoudi, coordinador de Área del sur de Beirut de Médicos Sin Fronteras, y añade que “es impresionante cómo los libaneses han acogido a los sirios”. Esta opinión no es compartida por todos, como Typhaine Gendron, responsable de Asuntos Humanitarios en la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en Líbano, que le contradice: “Por supuesto que hay tensiones, hay que tener en cuenta la historia entre ambos países y Siria estaba controlando Líbano antes…”.

"Es impresionante cómo los libaneses han acogido a los sirios"

Hay que recordar que en 2006 fueron los libaneses los que se refugiaron en Siria durante la guerra entre Hizbulah e Israel. Además, desde antes del conflicto sirio en Líbano ha vivido una gran burguesía originaria de su país vecino, que ha dejado mucho dinero, por ejemplo, en Beirut, donde muchos de los edificios son propiedad de sirios notables. Siria también ejercía un control político sobre este país y hasta tuvo tropas en él, y ya había en Líbano centenares de miles de sirios trabajando como mano de obra barata en la construcción y en la agricultura antes de 2011, profesiones que siguen ejerciendo como refugiados.

No obstante, esa historia compartida es la que precisamente puede hacer que ambas comunidades se entiendan y comprendan, como explica la libanesa Fadia Zeidan, supervisora del departamento de Pacientes Externos del Centro de Salud de Mujeres de Médicos Sin Fronteras en Chatila: “En la Edad Media teníamos una cultura similar y sea cual sea el sufrimiento al menos tenemos una lengua en común, tenemos elementos culturales en común y podemos entendernos”.

“Es difícil para los sirios, por supuesto, es gente que se ha tenido que trasladar pero pensemos también en lo difícil que resulta para la población libanesa”, país en el que la renta está distribuida de manera muy desigual, añade Antonio Guillén Hidalgo, secretario encargado de los Asuntos Consulares, Administrativos y de Cooperación de la Embajada española en Líbano. Así, defiende que “es un asunto en el que no se debe criminalizar ninguna parte porque las dos son víctimas y ninguna se impone”.

Un check point en Beirut, ciudad en la que es habitual que corten las calles | Alba Gómez Varela | Rosa Soto

En cualquier caso, la crisis de los refugiados está teniendo graves implicaciones en el terreno económico (crecimiento del paro), social (tensiones entre poblaciones de acogida y refugiados) y de seguridad (focos de yihadismo entre poblaciones desplazadas), según publica el Ministerio de Exteriores español en su ficha sobre el país en junio de 2016.

"Los sirios realizan pequeños trabajos que los libaneses no quieren"

“Al principio la situación era sostenible, los libaneses ayudaban, daban comidas y habitaciones, pero cuando llegaron tantos sirios se quedaron con toda la ayuda”, señala Jinane Saad, coordinadora de Comunicación de Médicos Sin Fronteras en Líbano. “Los libaneses tenían problemas y esto se convirtió en un asunto que ha provocado que la situación sea muy complicada”, añade. Otro de los motivos de este rechazo, además del estrés que sufren los servicios, es que, según Enrique Pedrosa, agregado de Interior en la Embajada española de Líbano, los sirios “acaban trabajando en la economía sumergida por unos salarios que pueden ser la mitad de lo que cobraría un libanés”, aunque Saad matiza esta afirmación: “Los sirios realizan pequeños trabajos que los libaneses no quieren”.

Sobreesfuerzo del sistema

Lo tangible es que la gran cantidad de sirios ha provocado un sobreesfuerzo del sistema, como el sanitario y el educativo, para poder atenderlos, lo que ha generado “un sentimiento de agresión entre ambos pueblos”, indica Leila Jaber, directora del Departamento médico-social de la Cruz Roja Libanesa. A esta sensación contribuye que la ayuda para los sirios es gratis o muy barata –sólo en aquellos lugares donde se les ofrece apoyo– y anteriormente a su llegada los vecinos tenían que pagarla.

"Se ha generado un sentimiento de agresión entre ambos pueblos"

En las regiones menos desarrolladas, por ejemplo, cuando se comenzó a apoyar a los refugiados sirios fue difícil que ambas comunidades entendieran que “tenían que hacer turnos fueran libaneses o sirios”, expone Lidya Bouteen, voluntaria en la unidad móvil de la Cruz Roja Libanesa en Baasir.

Para evitar que las tensiones aumenten, se está intentando buscar un equilibrio en las ayudas que se ofrecen. El 40% se dirige a los libaneses y el 60% a los sirios, por lo que ninguna ONG ni país puede trabajar sólo para los refugiados, ayudando a que se les acepte mejor al cubrir también las necesidades de la población local.

Desde la Cruz Roja Libanesa perciben que la convivencia entre ambas comunidades tampoco es sencilla porque, además, en Siria la asistencia sanitaria completa y la educación eran gratuitas y ahora reivindican los mismos servicios gratuitos. Fatima Shabe, refugiada siria atendida por este equipo, lamenta que en su país había Seguridad Social y en Líbano no, pero no emplea un tono agresivo para decirlo. En este sentido, ambas partes admiten que los medicamentos son muy caros y que los refugiados no pueden adquirirlos con sus recursos.

Demonización de la imagen de los sirios

En el imaginario de los libaneses existe la creencia de que la sociedad siria es mucho más machista, lo que también genera rechazo, como indica Ashkar: “Las relaciones son difíciles, el hombre es el jefe, es dictatorial y no es bueno”. Esta opinión la comparte Yolla Bouteen: “El hombre sirio es un dictador y contagia enfermedades de transmisión sexual”. La psicoterapeuta en el Centro de Atención Primaria de Médicos Sin Fronteras en Chatila corrobora esta versión e indica que ha escuchado a “muchos maridos” diciendo a sus mujeres “Líbano no es bueno para ti”, “tú te has vuelto muy independiente” o “no me gusta cómo actúas o lo que llevas”. Todo esto no evita que colateralmente el cambio de vida favorezca que la mente de las sirias cada vez sea más abierta y se muestren más cómodas hablando de sus problemas personales.

Los cables en las calles de Beirut evidencian el problema de infraestructuras en el país | Alba Gómez Varela | Rosa Soto

Con estos puntos encima de la mesa, se ha construido un mensaje público en el que la imagen de los refugiados sirios sale perjudicada. Como explica Gendron, existe un discurso en los medios de comunicación en el que se culpa a los sirios por utilizar todos los recursos y en el que se puede ver la tensión entre las diferentes comunidades religiosas.

"El hombre sirio es un dictador y contagia enfermedades de transmisión sexual"

Además de la imagen en prensa, radio y televisión, por primera vez en la historia del país hay muchas personas pidiendo en las calles –se pueden ver con frecuencia en los barrios de ciudades como Beirut o Saida–, que, según los entrevistados, se hacen pasar por sirios sin serlo. Otro de los motivos por los que se demoniza a los refugiados es el aumento de los ataques callejeros y el aumento de la inseguridad.

La cara amable de la moneda

No todo es negativo y, a veces, predomina un tono esperanzador. Shabe agradece que sus hijos están escolarizados porque un vecino tramitó la documentación y Rabieh el Jaled, refugiada siria cuyo marido trabajaba en Líbano antes de la guerra, afirma que en su nuevo barrio la ayudan mucho porque no tiene coche, que la acogieron desde que llegó y que sus diez hijos “están mucho mejor”. Randa, también refugiada, destaca la ayuda de sus vecinos, que incluso han encontrado un trabajo a su marido.

"Intentamos hacer lo mejor para disminuir el sufrimiento de la gente"

Así, se puede observar que entre la población libanesa también se ha despertado un sentimiento de solidaridad. La mayoría de los trabajadores entrevistados de las unidades móviles de la Cruz Roja Libanesa han dejado sus trabajos anteriores para irse a regiones más deprimidas con el objetivo de apoyar no sólo a los sirios, sino también a los libaneses con situaciones más vulnerables. “Intentamos hacer lo mejor para disminuir el sufrimiento de la gente”, señala la pediatra en el Centro de Atención Primaria de Médicos Sin Fronteras en Chatila.

Además, ya están teniendo lugar matrimonios mixtos, como es el caso de la refugiada Zuhui, de 17 años, cuyo marido es libanés y defiende que el enlace no fue concertado. El lado negativo desde el punto de vista de la población local de que esto comience a suceder es que estas familias ya no volverán a Siria, como asegura la propia protagonista.

"Están todos los ingredientes para hacer que la situación explote"

A pesar de que ahora se puede llegar a constatar un cierto equilibrio, se está creado un cóctel inestable en el que, como expresa Gendron, “aquí están todos los ingredientes para hacer que la situación explote, porque hay una masiva llegada de refugiados, una masiva tensión religiosa y se mezclan las relaciones entre Siria y Líbano, país sin estabilidad porque no hubo un proceso de reconciliación después de la guerra”.

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