EEUU
La compañía, Trump Organization, dedicada a la gestión de patrimonio inmobiliario, hoteles y campos golf, podría haber cometido delitos fiscales que acarrearían una multa de más de 1,5 millones de euros.
La lluvia fina de hoy en Nueva York le da un aire rutinario y tranquilo al inicio del juicio contra la Organización Trump aquí en los juzgados federales del sur de Manhattan.
En cierto modo es normal. No se juzga al ex presidente ni a ninguno de sus hijos ni tendrán que comparecer.
El juicio es contra su empresa familiar, Trump Organization, dedicada principalmente a la gestión de patrimonio inmobiliario, hoteles y campos golf y la fiscalía la acusa de delitos fiscales que podrían acarrear una multa potencial de hasta 1.6 millones de dólares. Es decir, es un caso de consecuencias ciertamente limitadas para tanto la empresa como los Trump.
La importancia viene especialmente por el momento. Una condena a su empresa justo antes de decidir si se presenta o no a la reelección no ayudaría en nada al ex presidente.
Pero, además, se está lejos de eso. El juicio durará unas seis semanas y la primera tarea ya iniciada es que ambas partes -fiscalía y defensa- se pongan de acuerdo en seleccionar un jurado lo más imparcial posible. Ello les llevará al menos una semana.
Después, el testigo principal será Allen Weisselberg, que fue durante 50 años ejecutivo en las empresas de la familia Trump. Weisselberg ha pactado testificar contra Trump Organization a cambio de reducir muy notablemente los cargos fiscales a los que él mismo se podría enfrentar. Pero -y este es un pero importante- ese mismo acuerdo deja claro que Weisselberg no tendrá que declarar nada directamente en contra del ex presidente ni sus hijos.
Entre ellos no ha habido ninguna ruptura dramática. No es un empleado revolviéndose contra su ex jefe.
En suma, un juicio que está lejos de ser el más importante de la vida de Trump y le quedan pendientes otros posibles juicios de mucha más envergadura potencial. Pero este llega en un momento particularmente delicado.