SU EJÉRCITO PERSONAL TENÍA CASI 120.000 MERCENARIOS
Detrás de los muros del palacio blindado del dictador, convertido ya en todo un símbolo de la caída del régimen, se gestaron las brigadas del sátrapa. Asesinos a sueldo que se convirtieron en la pesadilla de la población.
Lo cierto es que tras la última y definitiva ofensiva de los rebeldes, los bengasíes necesitaban una cabeza de turco para verter su rabia. Se convirtieron entonces en el símbolo de la represión rebelde: decenas de cuerpos pudriéndose al sol, abandonados en las calles de Trípoli.
Aunque no es la primera vez que el régimen recurre a ellos. Ya en los años 90, Gadafi contrató a cientos de subsaharianos para que bombardearan a los civiles ante la negativa del ejército.
Ahora, como si se tratara de una caza de brujas, jóvenes voluntarios se dedican a patrullar las calles en su búsqueda. Pero cualquier africano es susceptible de serlo. Prueba de ello son los cientos de subsaharianos que esperan en las cárceles libias por haber sido confundidos como mercenarios a sueldo del coronel Gadafi. Una cacería que aún está lejos de terminar.