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Joe Biden se juega mucho en unas elecciones legislativas en las que los republicanos se ven como ganadores

Joe Biden y Donald Trump apuran las últimas horas de campaña de las elecciones legislativas que se celebran este vienes. El presidente de Estados Unidos se juega mucho, porque los demócratas podrían perder la mayoría en una, o incluso en las dos cámaras.

La Union Oyster House de Boston abrió sus puertas en 1826 y es la taberna más antigua de Estados Unidos, aquí venía de continuo el presidente Kennedy en sus años mozos y estaba a apenas un paseo de la Convención Demócrata que eligió candidato a John Kerry, así que una tarde de aquella semana de julio de 2004 me pareció de lo más razonable ir a preparar la crónica acodado en su barra semicircular.

A mi lado una de las dos mujeres dichareras alrededor de la cincuentena sentadas a mi derecha iban a pedir una nueva ronda de Sam Adams -la cerveza local que lleva el nombre de uno de los patriotas de la revolución americana-, y con desenfado le dijo al camarero "y una pinta más para nuestro vecino de barra".

Se gira entonces hacía mí y añade "hola, hoy es un gran día, ¿verdad? Me llamo Pat, ¿y tú?". Pat resultó ser una delegada demócrata y hablaba a la barra con Jennifer, a quien acababa de conocer tan casualmente como a mí y que resultó ser una republicana de Boston que solo quería cenar.

Y acto seguido lo más interesante. Pat me presenta a su nueva amiga y añade: "La acabo de conocer pero ya sé que Jenn es una muy buena persona. Republicana pero tan buena persona como yo". Y Jenn: "Eres muy generosa y lo más importante es, sí, ser buena persona. Y tú eres demócrata pero también una buena americana". Nunca olvidé aquella conversación que me pareció memorable.

En las elecciones para la reelección de Barack Obama en 2012 acabé no casualmente en el Northside Cafe de Winterset, que es donde se grabó alguna de las escenas en las que Clint Eastwood se replantea su futuro en 'Los Puentes del Madison' y además el pueblo perdido de Iowa donde nació John Wayne.

Cada vez que voy me las arreglo para hablar con quien me toque a la barra, habitualmente armado -él- y hospitalario y en esta ocasión un vecino casual me regaló una larga conversación sobre lo indignado que estaba con los demócratas porque habían conseguido que el resto del mundo se burlara de Estados Unidos. "En España también lo hacéis, ¿verdad? Ya nadie respeta a nuestro país".

Intenté añadir los más honesta y sucintamente posible que en España había muchas opiniones sobre Estados Unidos pero la de la burla no era precisamente una de ellas. No sirvió de mucho. "Nadie nos respeta ya y es culpa de los demócratas. Te lo digo a ti pero me es difícil decírselo a algunos de mis amigos... demócratas", añadió con pesar. "Empiezo a pensar que son... casi unos traidores", decía.

Aquello me pareció un poco subido de tono así que traté de emular una mirada lánguida y comprensiva como las de Clint Eastwood y explicar que yo también tenía que irme al famoso puente de Madison a grabar -lo cual era cierto. Pero salí de allí convencido de algo que llevaba tiempo sospechando: esta gente en este país cada vez se entienden peor.

Campaña para las elecciones al Congreso de 2022

Llegada esta campaña para las elecciones al Congreso de 2022 cualquier de esas dos conversaciones en Boston y en Iowa serían más bien imposibles. Demócratas y republicanos ya no beben juntos en Estados Unidos. Ni es frecuente que sean amigos. En realidad, ni siquiera unos se fían de otros.

Los demócratas están convencidos de que el Partido Republicano ha sido asaltado por un trumpismo dispuesto a llegar al golpe de estado para llegar al poder.

Y los republicanos están convencido de que el Partido Demócrata ha sido asaltado por un ala progresista comunista inspirado en los regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela y que para conservar el poder recurren al fraude electoral sistemático. No es una buena receta para la convivencia.

El país más poderoso del planeta, el país que pese a sus problemas agudos de desigualdad, armas o acceso a la sanidad sigue siendo, sin embargo, el más deseado para estudiar, vivir y trabajar, tiene el ejército más poderoso del mundo y a la vez las mejores universidades y más premios nobeles y más riqueza aparcada en sus rascacielos, ranchos y propiedades a orillas del mar.

Y, sin embargo, tiene un problema de desconfianza y, francamente, desdén en su vida política que se ha convertido en su principal problema para afrontar los retos políticos locales e internacionales.

Para el resto del mundo ha dejado de ser predecible. Para él mismo, también.

El resultado de estas elecciones de mitad de mandato solo serán, pese al tono exaltado, una pequeña oscilación más de un vaivén político bastante desquiciado que aún nadie sabe dónde va a terminar.

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