SE MANTIENEN CONVOCATORIAS
Sao Paulo y Río de Janeiro, las dos mayores ciudades de Brasil, cedieron a la presión de las mayores protestas en dos décadas y bajaron el valor del transporte público, que era la reclamación inicial de los cientos de miles de manifestantes que han salido a las calles desde la semana pasada.
Las autoridades locales se resistieron durante días a tomar este paso con el argumento de que tendrán que recortar inversiones y gastos social en otras áreas, como salud y educación, cuya mejora los manifestantes también reclamaban. Al final, las protestas continuas, que también se repitieron esta jornada, pusieron a las alcaldías de Sao Paulo y Rio de Janeiro contra las cuerdas, después de que una decena de ciudades, entre ellas capitales importantes como Recife y Porto Alegre, ya anunciaran bajadas.
En Sao Paulo viajar en el autobús y metro volverá a costar 3,00 reales (unos 1,36 dólares), en lugar de los 3,20 reales (unos 1,45 dólares) decretados a principios de este mes. En Río de Janeiro las tarifas bajarán también 20 centavos de real hasta los 2,75 reales (1,25 dólares).
"Es un sacrificio grande. Vamos a tener que cortar inversiones porque las empresas (concesionarias) no tienen cómo financiar esa diferencia", avisó el gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin. El alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, dijo que espera que el Congreso apruebe un proyecto de ley que reduce los impuestos sobre el transporte público para compensar en parte el "sacrificio" que realizará la municipalidad para atender a los manifestantes.
El Senado brasileño desempolvó esa propuesta, que estaba estancada desde hace cinco años. Para mañana estaban previstas nuevas movilizaciones en decenas de ciudades, incluidas Sao Paulo y Rio de Janeiro, y el Movimiento Pase Libre, el impulsor original de las protestas, mantuvo la convocatoria pese al anuncio.