ATENTADOS EN BRUSELAS
Su primer impulso es salir del aeropuerto ya que la estructura del edificio puede caer sobre la parada de taxis. Ayuda a tres chicas que se encuentran en estado de shock y decide entrar.
Acaba de caer en la cuenta de que su hijo, un joven con doble nacionalidad, hispanobelga, que precisamente trabaja en esa terminal, tiene turno de mañana.
Tras cruzar la puerta se topa con el horror, la entrada del aeropuerto es un amasijo de escombros y el techo se ha desplomado. Los bomberos se afanan en rescatar a las víctimas y también en apagar los últimos incendios provocador por las dos explosiones.
Sorprende un silencio prácticamente absoluto, tan sólo roto por las voces de los heridos. A pocos metros graba por casualidad un carro con una maleta abandonado, que parece el mismo que llevaba uno de los suicidas.
El taxista, que no deja de grabar, se dirige a donde se supone que se encuentra su hijo. En el restaurante no queda nadie pero, afortunadamente, poco después la esposa del taxista le confirma que el joven ha resultado ileso y que ha llevado al hospital a una compañera herida.