DEBERÍA HABER LLAMADO A LAS AUTORIDADES
Corey Hancock, un fotógrafo de Oregón, decidió realizar una excursión por el sendero del río Santiam tras salir del trabajo para respirar aire fresco cerca de una cascada que había visto en el pasado.
Al llegar al sendero y tras comprobar el pronóstico del tiempo, Hancock pensó que tendría tiempo de llegar a la cascada y volver antes de que comenzara a llover. Sin embargo, la predicción no acertó y el fotógrafo no había llevado un equipo adecuado para protegerse a él y sus aparatos de la lluvia. En ese momento decidió que tenía que dar la vuelta. Así, comenzó a andar y el sendero le llevó a una elevada colina donde había estado mediar hora antes.
Allí había una pequeña pradera donde ya había estado anteriormente. Sin embargo, esta vez encontró algo muy diferente a lo que estaba acostumbrado. En vez de flores, en el prado había una cría de oso. El fotógrafo explica que el animal estaba tirado en el suelo y parecía que estaba muerto. Sus labios estaban azules y sus ojos abiertos pero sin moverse. Además la lluvia caía sobre su vientre y no se daba cuenta.
Hancock cuenta que está lo suficientemente preparado para observar cada pequeño detalle de su entorno y asegura que el animal no estaba allí cuando había pasado por primera vez, alrededor de media hora antes.
Fue entonces cuando comenzó a sentir miedo, pues alguien podría haber llevado al animal allí. Se comenzó a preguntar si habría sido su madre, porque "este es el tipo de situación que acaba en los documentales con el ataque de un animal" y se pregunta "cuántas personas han sido maltratadas después de encontrar accidentalmente una cría de oso en el camino", según cuenta en su cuenta de Facebook.
Sin embargo, pese a saber que corría riesgo por si la madre del animal volvía, sacó su cámara y tomó una fotografía de la cría. Tras esto, se desplazó hacia un acantilado que daba al río porque recordaba haber oído en alguna parte que los osos no se mueven bien cuesta abajo. Desde allí, observó la fotografía y examinó la zona en busca de cualquier indicio que le pudiera advertir de algún peligro.
Unos minutos después, el joven se dio cuenta de que los brazos del animal se habían movido, lo que indicaba que estaba vivo, aunque sabía que no podría vivir mucho más debido a las condiciones en las que se encontraba.
Pese al peligro, el oso parecía un niño indefenso, por lo que el fotógrafo no podía quedarse allí viendo cómo se moría bajo la lluvia. Así que decidió coger al animal y envolverlo en su camisa. Tras esto, lo colocó en una bolsa de plástico impermeable y corrió hacia su coche.
Sabiendo que los osos negros pueden oler a seres humanos a 500 metros, decidió dejar a un lado sus miedos y pensar que lo más probable es que el cachorro estuviera solo, muerto de hambre y que tal vez su olor fue lo que le llevó a la pradera.
Al llegar al coche, examinó al animal para comprobar que todavía estaba con vida. Su respiración era superficial, pero era algo, dice. Sin embargo, durante el trayecto tuvo incluso que hacerle la respiración artificial para que el pequeño sobreviviera.
El joven intentó llevarlo a un veterinario, pero este le dijo que no trataba animales salvajes, por lo que lo llevó a un centro de tortugas, donde examinaron al animal, que estaba al borde de la muerte.
Ahora el oso se recupera favorablemente en un centro veterinario, aunque según indica el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de Oregón, Corey Hancock podría haber sido multado con 6.000 dólares por haber ayudado al oso además de ser castigado con una pena de cárcel de un año.
Sin embargo, la Policía de Oregón asegura no será castigado por salvar al animal, porque pese a que el joven tendría que haber llamado a las autoridades para que se hicieran cargo de la cría, consideran que su intención fue buena.