CASI DOS AÑOS A 3.900 METROS DE PROFUNDIDAD
El primer cadáver de un ocupante del avión que cubría la línea entre Río de Janeiro y París, que se estrelló en junio de 2009, fue encontrado hoy, confirmó la Gendarmería francesa, encargada de su búsqueda. Precisó que el cuerpo fue izado a la superficie y que se encuentra todavía abrochado a su asiento y en un estado de descomposición, tras haber pasado casi dos años a una profundidad de 3.900 metros.
Los restos fueron analizados a bordo del barco y serán trasladados la semana próxima a París para una eventual identificación mediante pruebas de ADN, agregó la Gendarmería en un comunicado.
Para entonces está previsto que lleguen a la capital francesa las dos cajas negras del aparato, encontradas en los últimos días, y que serán analizadas por la Oficina de Investigación y Análisis (BEA), responsable de las pesquisas, para tratar de determinar las causas del siniestro que costó la vida a los 228 ocupantes del aparato.
La Gendarmería precisó que las labores de rescate de los cuerpos se están efectuando "en condiciones particularmente complejas y hasta ahora inéditas", y alertó de que existe la posibilidad de que no se puedan izar más cadáveres.
El submarino robotizado identificó ayer un primer cuerpo, pero el primer intento por sacarlo a la superficie fue "infructuoso".
La Gendarmería está encargada de la recuperación de los cadáveres en aplicación de la orden emitida por el juez que se ocupa de la instrucción del accidente. Ocho gendarmes franceses están a bordo del barco "Ile de Sein", del que parten los submarinos robotizados que están procediendo al izado de las piezas del aparato para aclarar los motivos del accidente y de los cuerpos que se encuentran en los restos del avión.
Las labores de recuperación de estos elementos no se habían producido hasta ahora puesto que hasta principios de abril pasado no se habían localizado los restos del avión, que se estrelló en el Atlántico pocas horas después de su despegue el 1 de junio de 2009.
Las primeras conclusiones del BEA apuntaban a un fallo en los sensores de velocidad del avión, afectados por el hielo, como motivo de la catástrofe, pero los investigadores advirtieron de que no era una hipótesis definitiva.