Protección del campo
Más de algún turista de ciudad que va al campo a pasar unos días acaba quejándose por los malos olores de los establos o por que el ruido de los tractores, los gallos o cualquier otro animal que los despierta por las mañanas.
La existencia de ese tipo de conflictos ha llegado a acabar en los tribunales. El caso más mediático fue el del gallo 'Maurice', denunciado por una pareja del centro de Francia que tenía una segunda residencia en L´ile de Saint-Pierre-d’Oléron y que acusó a la dueña del animal por las molestias que les ocasionaba su canto.
Fue entonces cuando la justicia francesa, en septiembre, dio la razón a los propietarios del gallo e impuso a los querellantes que les pagaran mil euros en concepto de daños y perjuicios, sin posibilidad de recurso.
Para evitar más problemas de este tipo, el Parlamento de Francia ha aprobado una proposición de ley destinada a proteger al campo, lo que es del campo: sus sonidos y sus olores. Se trata de la ley que busca proteger su patrimonio, entre el que se encuentran los "sonidos de campo", por lo que ha sido definido por el parlamento francés como "patrimonio sensorial".
El diputado de Unión de los Demócratas e Independientes (UCDI), Pierre Morel à l'Huissier, fue el encargado de llevar a cabo la propuesta, alegando que los territorios rurales no son solo paisajes, sino que a ellos también “pertenecen los olores y sonidos de las actividades y prácticas que forman parte de nuestro patrimonio” e indicó también que "son indispensables para su equilibrio como sociedad y desarrollo económico", pues muchos olores proceden de establos donde hay animales y, por lo tanto, actividad económica.
El texto aplica un régimen particular a las campanas de las iglesias y establece que, aunque le corresponde al alcalde regular su uso en favor de la tranquilidad y del orden públicos, debe conciliarlo con el respeto de la libertad de culto.