Vladimir Putin
La mayoría de países europeos han boicoteado los actos de toma de posesión de Vladimir Putin en Moscú. Tampoco estaban presentes EEUU, Reino Unido o Canadá. Pero la unidad europea se ha visto empañada por la asistencia de varios embajadores comunitarios, que no han hecho caso a la petición expresa de Josep Borrell de no asistir a la ceremonia.
Vladimir Putin lleva 24 años dirigiendo su país y, con el nuevo mandato que hoy estrena, llegará a superar los 30 años en el poder, superando a Josef Stalin. Su toma de posesión, con toda la pompa y los fastos que le gustan al presidente ruso, se ha realizado en el Gran Palacio del Kremlin, jurando el cargo con la mano derecha sobre un ejemplar de la Constitución rusa, que habitualmente suele saltarse.
Un acto en el que han estado presentes los jefes de la Duma y del Senado, y otros 2.600 invitados que llenaban la Sala de San Andrés. Entre esos invitados, el Kremlin invitó hace días a representantes de todos los países occidentales, algo que levantó un encendido debate sobre cómo responder. Para unos, tan solo era un acto protocolario, para otros, una nueva provocación del dictador ruso.
Dentro de la Unión Europea, los países bálticos fueron los primeros en apuntar a un boicot de los 27. Estos tres estados (antiguas repúblicas soviéticas) ni siquiera tienen ya legaciones diplomáticas en Moscú, han roto cualquier lazo y, por eso, descartaron categóricamente su asistencia desde el principio.
El ministro de Exteriores de Lituania, Gabrielius Landsbergis, decía que "la participación en la toma de posesión de Putin no es aceptable, creemos que todos debemos seguir con el aislamiento internacional de Rusia, y especialmente de su líder criminal".
El debate chocó contra otros estados que no creen que haya que romper del todo las relaciones con un país vecino tan potente, del que dependemos mucho. El gobierno Hungría, —el país más cercano a Putin dentro de la UE—, tuvo claro que sí aceptaría la invitación.
Eslovaquia anunció que enviarían a su encargado de negocios. Pero la gran sorpresa llegó cuando el presidente francés anunció que su embajador en Moscú también estaría presente. Enmanuel Macron siempre ha querido mantener abierta la línea de comunicación con Rusia, sin embargo, en las últimas semanas se había mostrado como el líder europeo más duro, dejando la puerta abierta incluso a enviar tropas terrestres a Ucrania en el futuro.
En medio de este debate, ha mediado el Alto Representante. Y lo ha hecho mojándose. El día anterior a la ceremonia escribió una carta a todos los ministros europeos para pedir el boicot de la ceremonia.
Josep Borrell argumenta que sería una contradicción para la UE, ya que los 27 no reconocen unas elecciones rusas no han sido "ni libres ni justas", en las que Putin arrasó con más del 87 % de los votos, sin ningún tipo de oposición libre. "Sería muy difícil de entender para los ucranianos y para muchas personas en todo el mundo, si los europeos estamos presentes… mi consejo es que no debemos asistir", sentenciaba Borrell en su misiva, en la que también recordaba que Putin tiene contra él una orden de detención del Tribunal Penal Internacional por forzar la deportación de niños ucranianos a Rusia.
Finalmente, la gran mayoría de los países europeos no han asistido, como tampoco lo han hecho representantes de EEUU, del Reino Unido o de Canadá. El departamento de Estado en Washington alegaba que "no consideramos que las elecciones rusas fueran libres y justas, aunque el presidente de Rusia sigue siendo Putin y continuará en esa capacidad". Mucho más dura ha sido Ucrania, que ha pedido a los países aliados que no reconozcan a Putin como presidente.
Según la agencia 'Reuters', un diplomático comunitario ha cifrado en 20 los estados miembros de la UE que han boicoteado el evento. Y, en todo caso, de los que han participado, ninguno ha enviado a ministros o primeros ministros, si no a embajadores.
Desde la eurocámara, el Partido Popular Europeo ha apostado claramente por el boicot. A principios de semana le enviaron una carta a Josep Borrell, pidiéndole que ninguno de los representantes diplomáticos de la UE y de sus estados miembros acreditados en Moscú participaran en la ceremonia.
Aseguran que "la UE no debería darle a Putin ninguna ocasión para instituir su legitimidad". Y advertían de que, si van, "se verán obligados a felicitarlo por su reelección fraudulenta y aplaudir sus declaraciones neoimperialistas, que incluyen amenazas abiertas a las democracias occidentales".
De hecho, los miembros del PPE van más allá e instan a la comunidad internacional a que dejen de referirse a Putin como "presidente de la Federación de Rusia" una vez que su mandato actual expire el 7 de mayo de 2024. Ellos abogan por cesar todo contacto con él, ya que "no tendrá ningún mandato político o moral para entablar nuevas relaciones contractuales en nombre de la Federación de Rusia".
Una petición que va en línea con la posición de aislamiento político, financiero y diplomático que la UE lleva aplicando desde que comenzó la invasión de Ucrania, pero que plantea muchas otras derivadas. Entre otras, que si queremos que llegue la paz y termine la guerra, en algún momento habrá que sentar a Putin en una mesa de negociación para que acepte retirar sus tropas. Desafortunadamente, parece que ese momento todavía está lejos.
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