Terrorismo

El Estado Islámico en tiempos de pandemia: la lógica en la selección de objetivos

El Estado Islámico apareció como escisión de Al-Qaeda en el contexto de la guerra civil siria en 2013, fruto de una fundamental lucha teológica por el tratamiento dado al territorio. Mientras que Al-Qaeda proponía una extensión territorial global antes de proclamar el califato global, el Estado Islámico declaró el califato en la extensión territorial que el vacío de poder entre Siria e Iraq permitía, con la intención de expandirse a través de una red de filiales presentes en distintos países.

La estructura del Estado Islámico integra a buena parte de las anteriores extensiones territoriales de Al-Qaeda, que tras la escisión del primero y la consolidación de su proyecto territorial en Siria e Iraq, deciden jurarle fidelidad –baya’a–. Es entonces cuando pasan a integrar sus capacidades a pesar de la distancia territorial y a actuar como multiplicadores de fuerzas del modelo yihadista del califato en áreas tan dispares como Oriente Medio, Filipinas, Afganistán o el Sahel y, por supuesto Europa y Estados Unidos.

Sin embargo, mientras las tácticas empleadas y el nivel de sofisticación en los primeros revisten gran letalidad, con capacidades para llevar a cabo ataques de forma recurrente y prolongada en el tiempo, las dificultades para formar comandos operativos en Europa, jugando con la ausencia de bases sociales amplias y espacios adecuados para entrenamiento, dificultan este modelo operativo. El análisis de los ataques que han tenido lugar en los últimos años tanto en Europa como Estados Unidos señalan determinadas pautas recurrentes que analizamos a continuación:

1. Los famosos lobos solitarios. Este término, popularizado por los medios de comunicación, alude a actores solitarios, vinculados ideológicamente al movimiento yihadista. Tras el 11-S, los mecanismos de captación, reclutamiento y entrenamiento de Al-Qaeda se vieron afectados por las nuevas medidas de seguridad adoptadas a nivel internacional. Mustafa Setmarian, alias Abu Musab al-Sury, uno de los principales estrategas de la organización, diseñó un nuevo modelo para garantizar la operatividad de la organización, modelo que ha sido plenamente implementado por el Estado Islámico. Al-Sury adoptó la teoría de la resistencia sin líder, acuñada en los años 80 por el movimiento supremacista blanco estadounidense, donde a través de la diseminación de propaganda, se determinaban qué tipo de objetivos atacar y mediante qué tipos de modus operandi. Aprovechando la creciente implantación de internet, Al-Qaeda comenzó a indicar qué objetivos eran preferibles según su nivel de riesgo y éxito mediático a través de su publicación Inspire, así como los modelos de ataque más apropiados para conseguir el éxito. Algo que también hizo posteriormente el Estado Islámico a través de Dabiq primero y después de Rumiyah, acompañadas de vídeos y material en pdf distribuible por redes sociales y canales de mensajería instantánea.

2. La selección de objetivos. Otro de los cambios cualitativos, pero en este caso también cuantitativo, es la selección de objetivos. Mientras que en oleadas terroristas anteriores los objetivos eran extremadamente específicos, y donde la presencia de daños colaterales trataba de minimizarse por considerarse contraproductiva –era difícil de justificar entre las bases sociales del movimiento–, el terrorismo yihadista presenta un rango de víctimas más amplio que podemos denominar como infieles, incluyendo esta categoría a no musulmanes (cristianos, ateos, etcétera), apóstatas (aquellos musulmanes que no se comportan siguiendo los preceptos del Islam, como es el caso de gobernantes como Hosni Mubarak, Saddam Hussein y los partidos y movimientos que representaban, occidentalizados), y herejes (principalmente en referencia a los musulmanes chiitas y otras sectas musulmanas no sunitas). La amplitud del rango de víctimas potenciales hace que la doctrina yihadista busque deliberadamente los incidentes con múltiples víctimas, tantas como sean posibles. Puesto que la lógica es esta, la preferencia operativa no son los perfiles altos con grandes medidas de seguridad, sino las aglomeraciones de víctimas potenciales con medidas de seguridad escasas, que permitan maximizar las cifras de bajas. De este modo, zonas turísticas, salas de conciertos, centros comerciales y lugares de culto destacan entre los lugares donde se han producido ataques en los últimos años.

3. Ataques low tech versus ataques low cost: apuñalamientos y atropellos. La lógica anteriormente señalada hace que la opción operativa sean ataques de escasa sofisticación tecnológica y bajo coste. Puesto que el terrorismo es, por definición, un conjunto de modus operandi de bajo coste en relación con las fuerzas y capacidades estatales, por ataques de baja tecnología o escasamente sofisticados inferimos, por una parte, el perfil de atacantes individuales con escaso entrenamiento, que, por otra parte, deben recurrir a dichas tácticas que maximizan el número de bajas sin requerir grandes capacidades. De este modo, se han utilizado de forma recurrente el atropello (Niza, Berlín, Londres o las Ramblas de Barcelona) y el uso de armas automáticas (San Bernardino, la sala Pulse de Orlando o la sala La Reina de Estambul) en zonas de gran afluencia de público, los pequeños explosivos (Maratón de Boston) y los apuñalamientos (el mismo atentado del Puente de Londres, los sucesivos ataques en Francia o, también en Francia, los últimos asesinatos en París y Niza).

4. Ataques complejos y/o coordinados. Sin embargo, la existencia de entornos donde se puede formar un comando terrorista a través de relaciones personales, la capacidad de planeamiento y la complejidad del ataque se puede incrementar exponencialmente. Si a ello incrementamos también la variable tiempo, el resultado es la combinación de múltiples modus operandi. Casos como los atentados de Bombay en 2008 o de París en 2015 ejemplifican esta pauta.

La ausencia de incidentes durante la pandemia no se ha debido tanto a la repentina buena voluntad del Estado Islámico y otros efectivos vinculados al yihadismo global, sino a la ausencia de grandes aglomeraciones en espacios públicos debida al confinamiento. Del mismo modo, distintas infografías publicadas en los medios de propaganda prevenían a los militantes del Estado Islámico de acercarse a suelo europeo por riesgo de contagio. Sin embargo, conforme el confinamiento global comienza a levantarse o mitigarse por zonas, la presencia de víctimas potenciales nuevamente en los espacios públicos nos lleva a pensar que recuperamos el riesgo de nuevos ataques.

Más sobre este tema: