LA POLICÍA ALEMANA LOS INVESTIGÓ
Un grupo de españoles residentes en Berlín conocía bien a Anis Amri, el terrorista que el pasado diciembre mató a doce personas con un camión en un mercado navideño, porque hasta dos días antes este tunecino de 24 años les había estado vendiendo drogas. Dos de ellos han explicado cómo conocieron a Amri, qué relación tenían con él y cómo reaccionaron al descubrir que el camello al que describen como no muy inteligente y nada religioso había cometido el peor atentado yihadista perpetrado en suelo alemán.
"Nos quedamos flipados. No nos lo podíamos creer cuando empezamos a ver sus fotos en la tele", asegura Jesús, un onubense de unos treinta años que trabaja en Berlín desde el pasado septiembre. Su relación empezó en octubre, cuando Amri se le acercó en la terraza de un bar español cercano al Görlitzer Park -una conocida zona de menudeo en Berlín- y le ofreció drogas. Jesús se quedó con su teléfono; no sabía alemán y con Amri, que había pasado cinco años en Italia (en su mayoría en la cárcel), podía entenderse bien cada uno en su idioma.
"Traía lo que le pedías. De todo"
"Era simpático, saludaba a todo el mundo y repartía abrazos", señala el onubense. Empezaron a verse con frecuencia: muchos compañeros de trabajo de Jesús, también españoles, y vecinos de su bloque de viviendas, en su mayoría temporeros de Grecia, Polonia y Portugal, empezaron a comprarle droga. "Traía lo que le pedías. De todo. Yo sólo le pillaba polen. Pero otros le pedían cocaína, pastillas, éxtasis. Él no tenía nada, pero sabía quién tenía. Nos lo conseguía y lo traía a casa", recuerda Jesús, en un relato concordante con el informe publicado por los Ministerios de Interior y Justicia de Alemania tras el atentado.
Ese informe, de 20 páginas, detalla la petición de asilo del tunecino, sus registros bajo múltiples identidades en distintas localidades del país, los seguimientos policiales a los que fue sometido por vender "drogas duras" y sus contactos con "simpatizantes del Estado Islámico" (EI). En los tres meses que transcurrieron desde que le conocieron hasta el atentado del mercadillo de Navidad, los españoles que recurrían al tunecino no notaron ningún signo de radicalización.
"Anis bebía y se metía, además de vendernos a nosotros. Nunca dijo nada raro"
"Anis bebía y se metía, además de vendernos a nosotros. Nunca dijo nada raro", asegura Jesús, que sólo destaca que, con el paso del tiempo, empezó a vestir mejor, pasó de llevar siempre la misma camiseta a ir con un "abrigo largo elegante" y "bien peinado". Encaja bien en el perfil del yihadista del estudio "Pasado criminal, futuro terrorista" del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (ICSR), que apunta que la mayoría de los casos registrados son "jóvenes furiosos", con un "pasado criminal" y tiempo en prisión que se financian, en muchas ocasiones, vendiendo drogas.
A juicio de los españoles, lo único extraño se produjo a principios de diciembre, un par de semanas antes del atentado, cuando Amri cambió de teléfono móvil "por un problema", le dijo a Jesús, y pocos días después volvió a presentarse en el habitual punto de encuentro de los españoles -un restaurante chino- y les dio el nuevo número. La última vez que le vieron fue tan sólo dos días antes del ataque, cuando el tunecino se pasó por una barbacoa que habían organizado unos cuarenta españoles en la terraza del restaurante chino a modo de comida de Navidad. "Sólo de pensarlo se me pone el vello de punta", dice un sevillano de unos 40 años que prefiere no dar su nombre: "¡Lo mismo la podía haber emprendido con nosotros!".
"Traía lo que le pedías. De todo"
El 19 de diciembre, Amri robó un camión e irrumpió en el mercado navideño, aunque pasarían dos días hasta que su identidad trascendiese. "Yo le reconocí con la primera foto que salió, ésa que tenía la cara achatada y la mirada de psicópata", recuerda el sevillano. Para Jesús, tras la negación inicial, fue determinante el vídeo en el que Amri se declaraba fiel al Estado Islámico (EI): "Vi el vídeo y dije este tío es él. Anis. Flipé".
El grupo de WhatsApp de los españoles ardía con imágenes de Amri, fotos del atentado y comentarios que oscilaban entre la estupefacción y el temor a verse involucrados en un acto terrorista. Tres semanas después, muchos de ellos empezaron a recibir llamadas de la policía alemana y la española para preguntarles por su relación con el terrorista, pues habían encontrado sus teléfonos en la lista de contactos del móvil de Amri, algo que confirmaron las fuerzas de seguridad.