ESPECIAL 'VENEZUELA AL LÍMITE'
Bajo la mirada omnipresente de Hugo Chávez, visible casi en cada edificio de Caracas, Venezuela toca fondo. Es un país desabastecido. Los ciudadanos tienen que hacer cada día largas colas para conseguir productos básicos. Según el número de su carné de identidad, sólo disponen de dos días a la semana para comprar en los establecimientos controlados por el Estado.
Cuando llegan, una imagen demasiado frecuente es encontrar las estanterías vacías. Algunos ni siquiera consiguen el alimento que necesitan. "Muchas veces uno sale buscando azúcar y consigue aceite", asegura una mujer que hace cola. Cualquier compra de productos básicos es bienvenida teniendo en cuenta que lo que sí pueden encontrar se habrá agotado en cuestión de horas o incluso minutos.
Aquí funciona el 'boca a boca': un familiar o un amigo que se apresura a informar por una llamada o un mensaje de que ha llegado un producto concreto a un supermercado. Deben llegar cuanto antes a la cola para evitar, al llegar su turno, descubrir que ese bien y se ha agotado. Hay quien madrugada, quien empieza a recorrer las tiendas desde las 3 de la mañana para conseguir algo tan esencial como el papel higiénico porque ya no tiene en su casa.
Basta visitar una farmacia para darse cuenta del alcance de la crisis humanitaria. "Tengo fiebre y no encuentro antibióticos para la infección pulmonar. Llevo recorridas diez farmacias", asegura una clienta, que también lamenta que no encuentra medicinas para su madre, enferma del corazón y que necesita medicamentos para su hipertensión. No hay tratamientos para el asma, ni tampoco para una enfermedad tan presente ahora en el país como el zika.
El único producto que venía siendo barato era la gasolina, hasta el punto de que la propina al operario era mayor que el coste del repostaje. Pero hace un mes el Gobierno decidió subir el precio, una nueva dificultad para el día a día de los venezolanos.