LA CASA BLANCA LO CONSIDERA 'VACACIONES DE TRABAJO'
El presidente de EE.UU, Donald Trump, disfruta este sábado de su primer día completo de vacaciones en Nueva Jersey, donde permanecerá dos semanas tras seis frenéticos meses de Gobierno marcados por la investigación de la trama rusa, el caos en la Casa Blanca y unos logros más simbólicos que legislativos.
Trump llegó este viernes a su lujoso club de golf en Bedminster (Nueva Jersey), donde disfrutará de lo que la Casa Blanca ha descrito como unas "vacaciones de trabajo" que coinciden con unas obras de reparación del sistema de ventilación en la residencia presidencial.
La escapada cierra una semana que comenzó con la toma de posesión de John Kelly como su jefe de gabinete, un cambio que ha servido para moderar el reciente caos en la Casa Blanca, y concluyó con la noticia de que la investigación sobre Rusia ha adquirido entidad suficiente como para merecer la formación de un gran jurado.
Esa revelación imprimió nueva fuerza a las especulaciones sobre la investigación de Robert Mueller, el fiscal especial que indaga en los posibles vínculos entre Rusia y la campaña electoral de Trump, unas pesquisas que irritan profundamente al mandatario.
La formación de un gran jurado, que permite requerir documentos y tomar juramento a los testigos, es una señal de que la investigación rusa tiene más peso de lo que le gustaría a Trump, deseoso de dejar atrás cuanto antes una pesquisa que considera una "farsa".
Con toda seguridad, los titulares sobre Rusia seguirán muy vivos cuando Trump regrese de Nueva Jersey, previsiblemente el 20 de agosto, y es posible que haya más filtraciones a la prensa sobre el tema durante su estancia en el club de golf. Además, el mandatario se va de vacaciones en un punto bajo de su relación con el Congreso de mayoría republicana, al que había pedido en julio que no entrara en receso sin haber aprobado antes una ley que reemplazara la reforma sanitaria de 2010.
Los líderes republicanos en el Congreso habían previsto quedarse en Washington en agosto si el proyecto de ley sanitaria prosperaba en el Senado, pero esos planes fracasaron la semana pasada.
Las tensiones entre la Casa Blanca y el legislativo se agudizaron con la aprobación de una ley con sanciones a Rusia, que Trump firmó a regañadientes el miércoles porque el respaldo en el Congreso era suficiente para invalidar un veto presidencial.
"Nuestra relación con Rusia está en uno de sus niveles más bajos y es muy peligrosa. Pueden agradecerlo al Congreso, la misma gente que ni siquiera es capaz de darnos la reforma sanitaria", indicó Trump en un mensaje en su cuenta de la red social Twitter el jueves. El mandatario evidenciaba así su frustración con los líderes republicanos del Congreso, que, pese a compartir su ideología, no han conseguido ayudarle a cumplir en sus primeros seis meses en el poder, cuando los presidentes tienen un mayor capital político, sus grandes promesas legislativas: la reforma sanitaria y la fiscal.
Desde que llegó al poder en enero, Trump ha firmado 45 leyes, cifra superior a las rubricadas por Barack Obama y George W. Bush en el mismo periodo, pero inferior a la de otros presidentes modernos, como Bill Clinton o Jimmy Carter. Ninguna de esas leyes ha tenido gran calado, pero Trump sí ha dado marcha atrás a varias regulaciones de Obama y ha anunciado medidas de gran impacto, como su retirada del Acuerdo de París sobre el clima, su veto migratorio parcial a ciertos inmigrantes y refugiados o su mano dura contra los indocumentados. Con su popularidad bajo mínimos, en el 33 % según una encuesta publicada esta semana por la Universidad Quinnipiac, el mandatario se ha aferrado a su retórica populista y parece pensar cada vez más en su base más fiel, que le respalda fervientemente.
De su lado están los buenos datos económicos, con una tasa de desempleo que en julio se situó de nuevo en el 4,3 %, su nivel más bajo en dieciséis años, y que permitió al presidente declarar que "el impulso vuelve a Estados Unidos".
Su estancia en su club de golf de Nueva Jersey, uno de los lugares donde, según su hijo Eric, se siente más cómodo, le permitirá desconectar de la frenética rutina de Washington, pero es improbable que deje de trabajar del todo.
Señales de ello son el hecho de que Kelly, su jefe de gabinete, le acompañara junto a otros asesores en el vuelo hacia Bedminster el viernes, las críticas que el propio Trump ha hecho durante años a quienes desconectan del todo durante unos días y la adicción del mandatario a la que quizá sea su herramienta más poderosa: Twitter. "Creo que seguirá tuiteando, eso no va a dejar de hacerlo", dijo un veterano corresponsal ante la Casa Blanca y autor del libro "From Mount Vernon to Crawford" sobre la historia de las vacaciones presidenciales, Kenneth Walsh.