Coronavirus
Si en algo ha destacado Donald Trump en estos meses es por ser uno de los líderes mundiales que se ha empeñado en quitar importancia a los efectos del coronavirus.
Desdeñó el uso de las mascarillas, aseguró que el virus desaparecería con el calor del verano y hasta sugirió a los científicos que investigaran si unas inyecciones de lejía podían servir como tratamiento contra la enfermedad.
En mayo su país superaba el millón y medio de contagios, pero para Trump esto era como una gripe.
"Las personas sanas se curarán por completo, no hay razón para el pánico", aseguraba entonces Trump.
Pero su posición cambio en julio y comenzó a usar la mascarilla en algunos actos. Pese a ese cambio de postura, Trump seguía burlándose de Joe Biden, candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, por llevar la mascarilla.
Los ataques no son nuevos. Hace cuatro años cargaba contra Hillary Clinton, de la que aseguraba que apenas podía llegar hasta el coche.
Ahora es su campaña la que queda en manos de un enemigo, el coronavirus, que para Trump ha sido invisible.