muchos han podido huir
Daesh cogió a los secuestrados y les lavó el cerebro en un proceso de adoctrinamiento multitudinario a los cientos de los niños que cayeron en sus manos hace cuatro años. Uno de ellos vive ahora en el campo de desplazados de Rawanga; un adolescente de 14 años descubierto mientras dibujaba bocetos plenamente funcionales de cinturones explosivos y coches bomba. Algunos de ellos los había fabricado él mismo. En otro de los dibujos, el joven aparece acribillando a tiros a un hombre.
La gente del centro está convencida de que todos los dibujos son imágenes recurrente de su etapa como niño soldado de Daesh. El niño recuerda los bombardeos sobre su casa en el norte de Irak, y las explosiones en la antigua "capital" siria de Daesh, Raqqa, donde estuvo viviendo secuestrado hasta su liberación, el año pasado. "Aquí me dispararon las FDS", declara el niño, bajo condición de anonimato, en referencia a un balazo que recibió en la espinilla de las Fuerzas Democráticas Sirias, el grupo rebelde auspiciado por Estados Unidos.
El joven se encuentra ahora integrado en un programa de tratamiento para limpiar su cerebro de las ideas de violencia con las que ha convivido los últimos cuatro años. Un tratamiento precario, como ocurre habitualmente en Irak, donde los programas de atención al estrés postraumático prácticamente brillan por su ausencia.
La atención especializada infantil en Irak es casi inexistente a pesar de que la edad mínima de responsabilidad criminal en el país son los nueve años. De hecho, y según un reciente estudio de Human Rights Watch, el Gobierno iraquí ha imputado a decenas de niños por su supuesta afiliación a Daesh, una actitud completamente errónea a juicio de uno de los pocos psicoterapeutas infantiles que hay en Rawanga, Naif Jardo Qassim: "Son víctimas, no criminales".
Y sus desafíos son enormes. El profesor yazidí Hoshyar Jodeida Suleiman recuerda la historia de uno de sus estudiantes, un joven reunido con su familia el pasado otoño tras años de cautiverio. A las pocas noches de estancia, el padre se encontró con un cuchillo en el cuello, con el joven sujetándolo por el mango. El niño no sabía si debía matar a su padre o cortarse su propia garganta.
"No hacía más que gritar que su familia eran unos infieles y que prefería morir antes que ser uno de ellos", explicó el profesor. Su alumno era uno más de los niños capturados para combatir para Estado Islámico. Las niñas fueron vendidas como esclavas sexuales y para satisfacer las necesidades de sus compañeros combatientes, todos ellos miembros de los llamados 'Cachorros del Califato', la sección infantil de la organización terrorista.