¿Cuáles son los síntomas y cómo se transmite la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo?

La Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo es una enfermedad para la que no se dispone de vacuna y que está provocada por un virus. Esta patología podría tener una evolución grave y es endémica en África, los Balcanes u Oriente Medio mientras que en ciertos países de Europa se considera una enfermedad emergente. Los principales reservorios son roedores y algunas especies de animales vertebrados silvestres, en ocasiones domésticos, que actúan como huéspedes naturales.

Síntomas de la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo

La persona puede tardar en presentar síntomas de tres a trece días, unos síntomas que comienzan de forma súbita y que suelen ser fiebre elevada, cefalea, malestar general, dolores articulares y musculares, sudoración, síntomas gastrointestinales, respiratorios, bradicardia relativa, hipotensión, taquipnea, conjuntivitis, faringitis y enrojecimiento o erupción cutánea. También puede haber afectación hepática, renal o pulmonar.

Cómo se transmite la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo?

La transmisión del virus que causa la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo se suele producir por la picadura de una garrapata infectada, aunque también es posible que una persona se infecte de forma directa en el sacrificio y desolladura de animales infectados o entre personas por casos de contacto estrecho con sangre, secreciones, órganos u otros líquidos corporales de los infectados.

La Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo en España

Desde 2010, en España se ha detectado circulación del virus de la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo en garrapatas capturadas en la provincia de Cáceres, mientras que en septiembre de 2016 se diagnosticó el primer caso humano en la Comunidad de Madrid, asociado al contacto con una garrapata en la provincia de Ávila. Además, se dio un segundo caso en un profesional sanitario que le atendió.

La transmisión de persona a persona

El periodo de transmisión de persona a persona de la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo comienza con la aparición de los síntomas, que coincide con la presencia del virus en la sangre, lo que aumenta el riesgo de transmisión según progresa la enfermedad.