EN LA REGIÓN DE TÁCHIRA
Con armarios, electrodomésticos e incluso animales de granja a cuestas, centenares de colombianos han iniciado el éxodo desde Venezuela ante el temor de que sus casas sean destruidas con todos los enseres que han acumulado en décadas de residencia. La odisea para ellos se inició hace cuatro días, cuando el presidente venezolano decretó un estado de excepción en la fronteriza región de Táchira, lo que puso a los colombianos en el ojo del huracán. Desde entonces sus casas son marcadas con una 'D' o una 'R', "como en el holocausto nazi", según se repite como un mantra en la fronteriza ciudad de Cúcuta, ya en el lado colombiano.
Hasta esa localidad han llegado miles de ellos deportados, repatriados y ahora por los senderos de forma clandestina ante la consabida sentencia que esas dos letras implican "derribo". "Dentro de las casas que ya requisaban están marcando la 'D' y la 'R' y (el presidente de Venezuela, Nicolás) Maduro dijo que todo eso va para el suelo", explicó Tania Paola Pérez Carrillo, una de las colombianas que han tenido que abandonar sus hogares. Pérez, embarazada de cinco meses, ha tenido que dejar su vida atrás y cruzar las trochas, además del río Táchira que forma la frontera entre Venezuela y Colombia.
Esa ruta, habitualmente utilizada por contrabandistas, se ha convertido en un mar de gente que carga lo que puede entre sollozos por la vida que dejan atrás. Niños, ancianos y mujeres embarazadas o con bebés en brazos atraviesan el río bajo la aparentemente descuidada mirada de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de Venezuela, que parece haber abierto la mano ante este drama humanitario. El cruce permanece alejado de la mirada de esos agentes que miran hacia otro lado ante la presencia de centenares de colombianos que sacan sus pertenencias. Sin embargo, el riesgo está presente y, según Pérez, a la trocha "entraron encapuchados" que eran miembros de diferentes entidades venezolanas.
Habitualmente, el encuentro con las autoridades venezolanas se soluciona con un soborno, pero desde que la frontera se cerró por orden de Maduro el pasado miércoles la situación ha empeorado notablemente. Maduro argumentó entonces que adoptó la decisión tras un ataque de presuntos contrabandistas, que abundan en la frontera, contra militares venezolanos que se saldó con tres militares y un civil heridos. Desde el pasado miércoles las autoridades han detenido a ocho colombianos acusados de ser paramilitares, una sospecha que se ha extendido a todos ellos a ese lado de la frontera.
"No es posible que nos estén tratando así, somos seres humanos, no perros, yo dejé a mis cuatro hijos en Venezuela, el más pequeño tiene quince meses, todavía come pecho y aún no me he podido comunicar", explico Laura Ramírez, que se encontraba en Colombia cuando se produjo el cierre fronterizo. Ramírez, que permanece aislada de su familia en la linde colombiana del río Táchira, denunció que no le dan información ni le dejan pasar al otro lado de la frontera, por lo que ni siquiera ha podido conocer en qué situación se encuentran sus hijos. Además los guardias venezolanos "son un problema porque no nos quieren ayudar", añadió.
El camino que marca la 'trocha' está lleno de policías colombianos en los alrededores de la ciudad de Cúcuta, dispuestos a ayudar ante esta crisis humanitaria. Arremangados y con sus uniformes, hacen fila en el río ayudando a los que se muestran más débiles, cargando los electrodomésticos y muebles más pesados y prestando su apoyo a quienes resbalan en la corriente del Táchira. Los uniformados incluso cantan a coro el himno colombiano en un intento de levantar la moral de quienes abandonan el que ha sido su país de residencia durante décadas y ahora deben volver a su lugar de nacimiento.
Uno de esos colombianos que abandonó su hogar es Marlon, quien lleva 30 años viviendo en la localidad fronteriza de San Antonio, a la que llegó con solo cinco años y en la que se casó e inició una familia. "Por ahora, ellos (la GNB) a la persona que ven que pueden agarrar la agarran y la hacen pasar como (miembros) de grupos irregulares al margen de la ley", explicó.
Ante esa situación, "las personas están privadas de la libertad, no pueden salir de sus casas, permanecen encerrados hay un pánico total", agregó Marlon, obrero de la construcción en Venezuela. En su barriada, en la que habitan miles de colombianos, aquellos que no han sido deportados como él han optado por la vía de la "trocha" pese a que eso suponga dejar su vida atrás y comenzar desde cero. "Me duele porque tengo tres hijos venezolanos, mi mujer es venezolana. Prácticamente he entregado toda mi niñez y mi adolescencia a Venezuela", concluyó.