Elecciones en Turquía
Recep Tayyip Erdogan vuelve a ser elegido por Turquía. El país ha querido -en segunda vuelta- que el "sultán" gobierne durante 5 años más y encumbre su figura y su proyecto en un cuarto de siglo. Pero se enfrenta a una sociedad fuertemente polarizada. A sus 69 años y tras dos décadas en el poder, el reelecto jefe de Estado ha superado muchas crisis en las que se llegó a anuciar su fin político.
Visiblemente feliz compareció Erdogan ante miles de seguidores en el barrio de Uskudar de Estambul. Eufórico, hasta llegó a cantar. Agradeció a todos el apoyo y compartió su victoria electoral como la de “los 85 millones” de habitantes de Turquía.
El reelegido presidente aprovechó su comparecencia para arremeter contra su rival, Kiliçdaroglu. Le acusó de estar asociado con el terrorismo y de ser “pro-LGBT”. Esas dos líneas han marcado su campaña y anticipan un nuevo mandato muy duro contra la izquierda kurda (pendiente de un proceso de ilegalización), contra las organizaciones de defensa de las personas homosexuales (que algunos de los aliados del presidente piden prohibir), y de la oposición en general.
Una economía rota
La inflación en Turquía se mantiene en el 44%. Los consumidores han visto notablemente mermado su poder adquisitivo. Con sus sueldos compran cada vez menos alimentos y el país se ve empujado a la recesión. Significativa es la imagen de Erdogan repartiendo billetes ante sus seguidores en plan limosna el mismo día de las elecciones para "agradecer" su voto.
Ahora la economía turca, una de las 20 más grandes del mundo, va hacia el abismo rompiendo con los primeros 10 años de gobierno de Erdogan con un crecimiento espectacular que transformó las ciudades turcas y sacó a millones de personas de la pobreza. La moneda nacional ha perdido el 80% de su valor frente al dólar desde 2018.
Su amistad con Putin
La primera llamada para felicitar a Erdogan por su victoria electoral llegaba desde Moscú. Putin ha destacado la disposición a continuar con el "diálogo constructivo" entre los dos países, y ha destacado la importancia de la implementación de proyectos conjuntos en el ámbito de la energía, como la construcción de la central de Akkuyu y la creación de centro de gas en el territorio de Turquía. Con Putin, Erdogan ha aumentado las relaciones comerciales aunque el país también suministra armas a Ucrania y bloquea el acceso de Suecia a la OTAN.
Erdogan trató de ser el primer mediador de la invasión rusa de Ucrania, y de Turquía parte de hecho el acuerdo de grano que se ha firmado entre Moscú y Kiev. Pero su presencia ha ido desdibujándose con el paso de los meses a medida que Ankara se centraba en las cuestiones nacionales y la irrupción de Pekín le ha torcido los planes. Ahora Erdogan querrá cerrar muchas brechas tanto dentro como fuera del país; más criticado y observado que nunca por su deriva radical, ha recibido de las urnas otra oportunidad para cumplir.
Una piedra en el zapato de Erdogan son también los refugiados. La Unión Europea está preocupada por la posibilidad de que sean devueltos a Siria poniendo en riesgo su seguridad.
Con su triunfo, el presidente se convierte en uno de los líderes más influyentes de Turquía y se codea con Mustafá Kemal Atatürk pero vuelve a dejar de lado el proyecto laicista del fundador de la República.