Funeral Isabel II
Ha sido todo un honor para el gaitero, ya que fue uno de los momentos íntimos de la ceremonia pactados por la Reina.
La ceremonia religiosa en Windsor para despedir a la reina Isabel II ha estado llena de simbolismo. El castillo de Windsor ha sido la residencia donde más tiempo solía pasar Isabel II.
A las 11:00 horas ha tenido lugar el gran funeral en la Abadía de Westminster, donde la monarca fue coronada en el año 1953. Una ceremonia que ha estado llena de emoción y momentos que quedarán para siempre en el recuerdo. Asimismo, la reina ha estado muy presente, puesto que llevaba décadas dedicando tiempo a preparar su último adiós.
Un adiós al que han asistido 2.000 invitados y más de 100 jefes y exjefes de Estado y de Gobierno. Entre ellos se encontraban los Reyes de España y los eméritos.
Ceremonia en Windsor
El féretro de Isabel II ha entrado en el templo seguido de nuevo por los principales miembros de la familia real, entre ellos el rey Carlos III y su esposa, la reina consorte Camila. El deán de Windsor ha presidido una ceremonia puramente religiosa en la que también ha participado el arzobispo de Canterbury, Justin Welby.
Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia de esta tarde ha sido cuando Paul Burns, el gaitero real de la reina Isabel II, se ha encargado de poner uno de los broches finales a este último acto. Tras retirarse la corona imperial, el orbe y el cetro, símbolos del reinado y poder de Isabel II, el ataúd entró en la cripta al son del lamento de un gaitero escocés. Ha sido todo un honor para el gaitero, ya que fue uno de los momentos íntimos de la ceremonia pactados por la Reina.
Burns ha sido durante décadas el despertador personal de la monarca, quien entonaba el sonido de su gaita durante quince minutos bajo su ventana. Independientemente del lugar donde estuviese residiendo. También tocaba en ocasiones de Estado.
Mientras el féretro de la reina Isabel II descendía a la Bóveda Real bajo la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, el gaitero personal de la reina se situaba entre la puerta que separaba la capilla del Claustro del Decano. Lentamente y sin dejar de tocar, se dirigía hacia el Decanato para crear un efecto en el sonido que cada vez iba apagándose poco a poco.