32 MILLONES DE ARGENTINOS ESTÁN OBLIGADOS A VOTAR
El plato fuerte de los comicios en Argentina son las elecciones presidenciales, casi huérfanas por la imposibilidad de Cristina Fernández de Kirchner de revalidar el cargo para otros cuatro años debido a la prohibición constitucional de enlazar más de dos mandatos consecutivos.
Fernández de Kirchner, la política con más apoyo entre los votantes argentinos, llegó a sopesar la posibilidad de impulsar una reforma de la Carta Magna para perpetuar el 'kirchnerismo', pero la fuerte crítica opositora la hizo desechar esta idea.
La líder izquierdista estaba así ante una difícil decisión que afectaría al futuro político de la ideología que su familia ha contribuido a forjar durante 12 años: encontrar un digno sucesor que sea fiel al 'kirchnerismo'.
Entre los nombres llegaron a sonar el de su hijo, Máximo Kirchner, líder de las juventudes de La Cámpora, pero su escaso tirón popular lo descartó rápidamente, y el de su polémico y joven ministro de Economía, Axel Kicillof, desacreditado por sus resultados.
La balanza se decantó finalmente por el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, porque --a pesar de su escaso 'feeling' personal con Fernández de Kirchner-- era el único en condiciones de garantizar la victoria del oficialismo.
¿Caballo de Troya?
Scioli se ha convertido en la gran esperanza del Frente para la Victoria (FpV) para mantenerse en el poder y -a juzgar por los sondeos sobre intención de voto- podría conseguirlo, pero paradójicamente podría ser también su peor enemigo.
Su trayectoria en la provincia de Buenos Aires -la principal circunscripción electoral del país suramericano, que aglutina a un tercio de la población total- es, desde luego, su mayor aval en estas presidenciales.
La clave es el perfil moderado que ha acuñado en su dilatada carrera política -que incluso llegó a desesperar al ex presidente Néstor Kirchner, que le nombró jefe de Gabinete- y que ha explotado en campaña con el lema de "cambio gradual".
Esta línea centrista es un motivo de preocupación para el oficialismo, que teme que, ya ungido con la banda presidencial, se distancie del ideario 'k', sobre todo en materia económica, ya que ha prometido tomar medidas inmediatas para atraer la inversión.
Scioli podría revelarse como un auténtico caballo de Troya y, consciente de ello, Fernández de Kirchner ha colocado como candidato a vicepresidente a Carlos Zannini, un producto tipo de la factoría 'kirchnerista'.