DÍA MUNDIAL DE LA ENFERMEDAD DEL PARKINSON
Con 25 años, Andrés comenzó a padecer síntomas del parkinson, temblores y trastornos del movimiento característicos de esta enfermedad neurodegenerativa crónica y progresiva, pero no se le diagnosticó hasta ocho años después: "Con esa edad, el Parkinson te para, pero tengo esperanzas", asegura en declaraciones a la agencia EFE.
El de Andrés, que cuenta ya con 44 años, es uno de los casos de jóvenes con parkinson, cuyo Día Mundial se celebra este martes. No es el único, porque el perfil del enfermo ha cambiado en los últimos años y ya no es el de una persona mayor con temblores. Se aprecia en este porcentaje: el 15 % de los afectados tiene menos de 40 años. No se conoce la causa del parkinson, no hay una prueba que facilite el diagnóstico y no se sabe con exactitud cómo frenar la degeneración cerebral.
La base de la enfermedad es la degeneración de varios grupos de neuronas en el sistema nervioso central del cerebro, que dejan de producir una serie de sustancias (los neurotransmisores) y esto acaba provocando los síntomas. Pero la enfermedad actualmente es mucho más que el mero temblor.
Hay un 30 % de los enfermos que nunca va a temblar y la lentitud y la rigidez, los síntomas motores, a veces no son los que más incapacitan a los pacientes. Hay otros síntomas no motores que lo hacen en mayor medida, como la depresión, transtornos genitourinarios o intestinales, problemas cognitivos, inestabilidad y caídas o déficit para hablar o tragar. Andrés comenzó a tener temblores en las manos y dificultad al andar cuando estudiaba para ser ingeniero de caminos.
La primera vez que fue al médico le prescribió una medicación ante una posible enfermedad psiquiátrica porque el facultativo pensaba que todo era producido porque no sabía gestionar sus miedos. "Creían que los temblores venían por una somatización de problemas psicológicos. Yo me encontraba fatal. Obedecía lo que me decían los médicos por prescripción de un psiquiatra, y me tomaba los antidepresivos y ansiolíticos que me mandaban, pero no funcionaba porque no era la adecuada", comenta Andrés.
En su casa estaban desesperados, la afectación de Andrés iba cada vez más y llego a ser tal que tenía que ir en silla de ruedas porque "no podía andar, ni mantenerse de pie" y tuvo que dejar el trabajo como informático, después de tener que abandonar la carrera.
Finalmente acudieron a un neurólogo que fue quien le diagnosticó la enfermedad, un diagnóstico basado en la observación clínica porque no hay una prueba que permita poner nombre a esta patología caracterizada por una fuerte disminución de la dopamina, un neurotransmisor, debido a la degeneración de unas neuronas cerebrales específicas. Hasta ese momento, cuenta Andrés, "el Parkinson campaba a sus anchas" y los medicamentos que le prescribían iban en contraposición a los efectos deseados, pero con el diagnóstico llegó un tratamiento específico que hizo que los síntomas desaparecieran temporalmente.
Los agonistas dopaminérgicos, que resultan eficaces para controlar los síntomas de la enfermedad en estados iniciales, dejaron de funcionar como al principio y en 2011 se sometió a una estimulación cerebral profunda, una operación que consiste en insertar un electrodo en una determinada zona del cerebro, encargada de la actividad motora. Con esta intervención se mejoran los síntomas del paciente que responden a la levodopa, una sustancia que sustituye a la dopamina endógena.
Ahora, seis años después de la operación, Andrés no puede hacer una vida absolutamente normal. Tiene limitaciones, pero sí cuenta con "una calidad de vida aceptable". "Te tienes que acostumbrar y aceptar que hay cosas que no puedes hacer, pero sí otras. Aceptar que por ejemplo puedes estar en la calle con tus amigos y quedarte clavado", comenta Andres.
"Yo me he quedado varias veces en off en un semáforo -continúa- y es bastante desagradable porque la gente te mira, pero no te ayuda porque piensan que vas drogado o borracho porque al Parkinson lo asocian tradicionalmente con la gente mayor". Pero a pesar de los pesares, Andrés, que tiene la incapacidad permanente, está convencido de que a esta enfermedad "le quedan tres telediarios" y que los avances le llegarán a él. "Estoy esperanzado en que a lo mejor no encuentran una solución que te cure, pero sí que te pongan un parche importante", concluye.