ANÁLISIS DE JOSÉ ÁNGEL ABAD
Cada cuatro años, EEUU celebra elecciones de medio mandato. Se renuevan 36 gobernaturas de los 50 Estados, la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Donald Trump no se presenta pero está en juego si él, a través del partido y de los candidatos republicanos, sigue controlando el Congreso como hasta ahora y puede, por tanto, culminar su agenda en inmigración, economía, política energética, exterior, derogar la reforma sanitaria de Obama -que aún no ha conseguido-, etc.
Para ello necesita mantener la mayoría en el Senado -que es lo que indican las encuestas-, pero también en la Cámara de Representantes, y ahí los sondeos apuntan a una victoria demócrata.
Quedarse solo con el Senado no sería una tragedia para Trump: es la cámara más importante, seguiría controlando el debate legislativo y evitaría además la posibilidad, lejana pero no remota, de que los demócratas intentaran un 'impeachment', un proceso de destitución.
Sin embargo, si Trump pierde la mayoría en la Cámara de Representantes, los demócratas podrán poner bajo asedio su presidencia, en parte frenando sus iniciativas, en parte investigando con comisiones oficiales. Un resultado así abriría dos años de división y polémicas aún mayores que hasta ahora.
Los pronósticos son ajustados y puede también que Trump siga controlando las dos cámaras -dando paso a una revolución Trump-, o hasta que pierda las dos -abriendo entonces la puerta a un difícil pero no imposible intento de destitución-.
En definitiva, en estos comicios, los estadounidenses votan si dejar o no manos libres a Trump.