no fue tan numerosa como se esperaba
La oposición rusa intentó estropearle el 65 cumpleaños al presidente, Vladímir Putin, con una jornada de protestas en todo el país, que no fue tan numerosa como se esperaba y que concluyó con decenas de detenidos. "¡Feliz cumpleaños!", coreaban los opositores que marchaban por las calles del centro de Moscú ante la atenta mirada de las fuerzas antidisturbios. El líder de la oposición extraparlamentaria, Alexéi Navalni, cumplió con su palabra y convocó a sus partidarios coincidiendo con el cumpleaños de Putin pese a que las sedes de su formación fueron registradas y su propaganda electoral requisada. En su blog el opositor expuso su principal demanda: su participación y la de otros candidatos en las elecciones presidenciales de marzo de 2018.
El Kremlin y a la sazón la Comisión Electoral se escudan en que Navalni tiene antecedentes penales para inhabilitarle como candidato a la presidencia, pero él insiste en proseguir su campaña, para lo que cuenta con el respaldo de Occidente. No obstante, Navalni no pudo participar en la protesta al ser condenado la pasada semana a 20 días de prisión por convocar manifestaciones sin autorización oficial, la tercera vez en lo que va de año.
Esto, sin duda influyó en la capacidad de convocatoria de la oposición, más aún cuando las dos últimas jornadas de protesta contra la corrupción, en marzo y junio pasados, acabaron con miles de detenidos. En esta ocasión, según fuentes independientes, decenas de activistas fueron detenidos durante acciones no autorizadas en ciudades como Moscú, San Petersburgo, Krasnodar, Yekaterimburgo, Kaliningrado, Samara, Pskov, Perm, Sochi o Stávropol. Apenas se registraron incidentes o cargas policiales y las detenciones fueron practicadas sólo por el hecho de que los activistas portaban globos con el lema "Navalni 2018", repartían panfletos, coreaban consignas políticas o portaban pancartas.
"Libertad para Navalni", "Rusia será libre", "Putin, ladrón" o "Elecciones limpias", fueron las eslóganes más repetidos durante las manifestaciones, en las que se repartieron tartas en recuerdo del presidente, al que exigieron que se jubile. San Petersburgo, ciudad natal de Putin, fue el epicentro de las protestas, aunque las autoridades se tenían la lección bien aprendida, cerraron por reformas el Campo de Marte, lugar elegido por la oposición, y ofrecieron como alternativa la posibilidad de ir al cine a ver gratis la última película patriótica, "Crimea". Con todo, centenares de personas se concentraron en ese lugar frente al río Neva con pancartas a favor de la libertad de los presos políticos y banderas rusas.
En cuanto los manifestantes marcharon en dirección a la histórica Avenida Nevski, la policía comenzó a detener indiscriminadamente a decenas de personas, varios de los cuales resultaron heridos en los choques con los "cosmonautas", como son conocidos los antidisturbios en Rusia. Mientras, varios cientos de opositores se concentraron en la plaza Pushkin de Moscú, donde la policía les conminó por megafonía a dispersarse. Ni las advertencias policiales ni la intensa lluvia impidieron que los activistas marcharan pacíficamente por la calle Tverskaya, aunque los cordones policiales impidieron que se acercaran al Kremlin.