ELECCIONES EN BRASIL
Las previsiones más optimistas se quedaron cortas el pasado 8 de octubre y, a menos que haya un vuelco inesperado, Jair Bolsonaro se proclamará ganador de las elecciones de Brasil. Ningún analista preveía más de un 40% de los votos válidos para el candidato ultraderechista y, sin embargo, la polarización ha dinamitado los cimientos de la política brasileña.
Bolsonaro asegura que es un candidato antisistema pero lleva 30 años en política, primero como concejal y más tarde como diputado. Dice que no ha tenido padrinos ni tiene protegidos y, sin embargo, tres de sus cinco hijos tienen cargos legislativos. Uno de ellos, Eduardo Bolsonaro, lo utiliza para amenazar la democracia brasileña.
“Si se quiere cerrar el Tribunal Supremo Federal usted no manda ni un yip. Manda un soldado y un cabo”, aseguró el hijo del favorito a ganar las elecciones de Brasil. Unas declaraciones que provocaron escozor en la sociedad y de las que tuvo que retractarse. El padre trató de desmarcarse de la bravata. "Si ha hablado de cerrar el STF necesita consultar a un psiquiatra", dijo, pero dejó en el aire que la sospecha de que la provocación pudiera haber sido “sacada de contexto”.
Se ha casado tres veces pero abandera un modelo de familia tradicional donde la mujer solo es la madre y los hijos homosexuales son una maldición que hay que curar a tortas si es necesario. Está en contra del aborto pero a favor de esterilizar a los pobres y a los indígenas, colectivos que para Bolsonaro son votos cautivos de la izquierda.
Para Bolsonaro, la pobreza genera inseguridad y para acabar con ella está dispuesto a armar a los ciudadanos. “Irresponsable es el gobierno que desarma al ciudadano de bien y deja a los vagabundos muy bien armados”, afirmó.
Nostálgico de las torturas y de la dictadura, Bolsonaro se inspira en la leyenda negra de los militares brasileños. Quiere implantar de nuevo la pena de muerte y vender al mejor postor las empresas públicas. La mayoría de los brasileños tendrán que apretarse el cinturón porque las bolsas, igual que ocurrió con Donald Trump, siguen eufóricas.
>> Análisis de Sara Romero, jefa de Internacional, tras ganar Bolsonaro la primera vuelta