TRAS AÑOS DE DOLOR

Las víctimas de ETA viven el acto final de la banda terrorista con indiferencia y dolor

El legado de terror que deja la banda terrorista ETA se resume en 853 muertos, más de 6.000 heridos, 77 secuestros y miles de familias destrozadas. Por tanto dolor, las víctimas viven la escenificación de su fin marcando distancias e, incluso, con cierto escepticismo ante lo que consideran una burla tras tanto dolor.

Beatriz Sánchez Seco, víctima del atentado a la Casa Cuartel de Zaragoza y miembro de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, considera que la declaración hecha por ETA para anunciar su disolución es una "pantomima" con la que la banda quiere "lavar su cara" de cara a próximos procesos electorales. Sánchez Seco sufrió el atentado contra la Casa Cuartel de Zaragoza el día de su quinto cumpleaños, aquel 11 de diciembre de 1987, cuando por la mañana, apenas pasadas las 6.00 horas, ETA asesinó a 11 personas, cinco niñas entre ellas. A Beatriz se le cayó encima el techo de la casa, pero pudo salvar la vida.

Sánchez Seco considera que el comunicado con el que la banda terrorista hace oficial su disolución es una "burla" para la sociedad española en general y para las víctimas en particular, con afirmaciones que sólo quieren "reescribir" una historia de asesinatos y crímenes y "justificar" sus acciones sin "arrepentimiento ni perdón". "A mí nadie me ha pedido perdón, y aunque tampoco lo iba a dar, es que ni siquiera lo han hecho", destaca esta víctima, que considera que no hay todavía una "derrota total" de ETA ya que no han entregado sus armas, no se han presentado los fugados ante la justicia ni se han juzgado ni aclarado muchos de sus crímenes.

Consuelo Ordóñez, hermana del concejal del PP Gregorio Ordóñez, asesinado en 1995 de un tiro en la nuca cuando comía en un bar, también vive en presente el dolor que ETA sembró. Por eso, ha reconocido que al acto final de la banda lo ha vivido "con indiferencia y dolor".

También Jordi Morales marca "distancias" con esta escenificación de la banda terrorista. Vivió el acto terrorista del 19 de junio de 1987 en el Hipercor de Barcelona, donde un coche bomba mató a 21 personas y dejó 45 heridos, entre ellos su padre y su madre embarazada. Jordi Morales tenía entonces 7 años.

La misma indiferencia siente una madre que perdió a su hijo. Fabio viajaba con su padre, guardia civil, cuando explotó la bomba. Tenía 2 años. Su madre, Arantxa Asca, siguen sintiendo el dolor por la banda terrorista, que en su macabra historial ha matado a 23 niños.

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