Diferencias en el ejecutivo
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias enterraron el hacha de guerra de sus anteriores desencuentros con un abrazo al firmar su acuerdo para un Gobierno de coalición en noviembre de 2019. "Es tan ilusionante que supera cualquier tipo de desencuentro...", decía Sánchez. Iglesias conseguía ser vicepresidente y prometía lealtad: "Es tiempo de dejar atrás cualquier reproche y trabajar codo con codo...".
Pero los primeros roces llegaron durante la formación del Gobierno. Sánchez cede ante Podemos, les da el Ministerio de Trabajo y la cartera de Igualdad que antes dependía de la vicepresidenta Carmen Calvo. Ya en marcha, las aguas se calman, y exhiben unidad.
Pero pronto surgen los choques. En política migratoria por un supuesto borrador de lo que sería la ley de asilo y las devoluciones en caliente en las vallas de Ceuta y Melilla, avaladas por los tribunales europeos. Y por el proyecto de Ley de Libertad Sexual. Mientras el PSOE se esfuerza en rebajar las discrepancias, Iglesias no oculta el malestar: "En la escusas técnicas hay mucho machismo frustrado". El aludido, el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, dice que hicieron como con todos los proyectos, "afinarlo".
Cuando ya parecía que no se podía llegar más lejos, a las pocas horas, una nueva crisis entre Sanidad y Trabajo por el coronavirus. Y en el horizonte un nuevo frente. Podemos quiere una comisión de investigación sobre las cuentas del rey emérito y una supuesta donación a Corina Larsen. Una nueva presión a los socialistas que ya ha causado malestar en el gobierno.