Elecciones Generales 2019
La repetición de las elecciones generales ha dejado un panorama muy fragmentado en el país y, excepto a Vox y al PP, no ha beneficiado prácticamente a ningún partido.
La decisión del PSOE de forzar la maquinaria para volver a llevar a los españoles a las urnas le ha pasado factura y ha acabado con tres escaños menos de los conseguidos en abril, lo que le dificulta aún más la posibilidad de formar Gobierno.
El líder de los socialistas, Pedro Sánchez, confesaba que no podría dormir bien por las noches teniendo a Pablo Iglesias como vicepresidente del su Gobierno, pero ahora todo indica a que, de darse una gran coalición, tendrá que permitir la entrada del líder de Unidas Podemos en La Moncloa.
Pablo Iglesias no tardaba en hablar de un Gobierno de coalición este domingo tras conocerse los resultados de las elecciones del 10 de noviembre. El líder de Unidas Podemos ha sabido leer los resultados de las elecciones y sabe que Pedro Sánchez está contra las cuerdas porque las previsiones de sus gurús no se han cumplido.
"Se duerme peor con más de 50 diputados de la ultraderecha que con ministros de Podemos", decía Pablo Iglesias a las puertas de la sede del partido ante decenas de militantes que se concentraban allí.
Desde el PSOE pensaron que podrían mantener los 123 escaños de abril y por eso no les tembló el pulso a la hora de romper las negociaciones con Unidas Podemos y convocar unas nuevas elecciones que serían las cuartas en cuatro años.
La jugada no ha salido bien en Ferraz, donde ven cómo han perdido fuerza y no tendrán la posibilidad de gobernar en minoría como ellos querían: Pedro Sánchez no sale reforzado de estos comicios ni el PSOE es más independiente.
La campaña electoral del PSOE tampoco ha ayudado a recabar más apoyos. Las acciones llevadas a cabo desde el Gobierno como la decisión de exhumar los restos de Francisco Franco antes de las elecciones no ha hecho más que dar apoyos a Vox.
Los votantes socialistas no se han movido más por la exhumación de Franco, que en una campaña tan convulsa como la que hemos vivido, no ha logrado ser un punto de inflexión más que para la derecha.
Además, la sentencia del 'procés' y las protestas en Cataluña han pasado factura a un PSOE que acusaba al PP de ser una máquina de fabricar independentistas.
La pérdida de escaños del PSOE desde la moción de censura a las elecciones generales 2019
Pedro Sánchez está acostumbrado a arriesgar y solía ganar. Hasta hoy. Su decisión de ir a una repetición electoral antes que presidir un Gobierno débil de izquierdas con Unidas Podemos apoyado en los independentistas de ERC no le ha salido como esperaba.
No sólo el PSOE no ha mejorado el resultado que obtuvo en abril, que ha pasado de 123 a 120 escaños, sino que sus opciones de formar un gobierno estable que no se tenga que apoyar en los independentistas tampoco han mejorado.
La baraka que hasta hoy acompañaba a Sánchez le ha fallado en esta ocasión, en el primer tropiezo desde que está en el Gobierno de un líder al que no le ha temblado el pulso a la hora de asumir riesgos.
Arriesgada fue su decisión de renunciar al escaño en 2016 para no votar la investidura de Mariano Rajoy. Con el tiempo su ausencia del Congreso se convirtió en uno de sus puntos fuertes en su carrera para recuperar la Secretaría General del partido, de la que había sido defenestrado por sus críticos en un drámatico Comité Federal el 1 de octubre de ese año.
Su rol de político en paro le permitió conectar con las bases del partido, que vieron en Sánchez al líder mejor capacitado para devolver al PSOE a sus esencias, después de que la formación, liderada por una gestora tras la dimisión forzada de Sánchez, hubiese facilitado con su abstención la investidura de Rajoy para evitar unas terceras elecciones.
Más cuesta arriba se le hizo a Sánchez hacerse un hueco en la política española estando fuera del Congreso, desde su vuelta a los mandos de Ferraz en las primarias de mayo de 2017. Por más iniciativas que el PSOE se esforzaba en presentar, la ausencia de su líder en la Cámara Baja impedía a la formación levantar cabeza, como reflejaban los sondeos en aquel inicio de 2018.
Pero de nuevo una apuesta arriesgada de Sánchez le salió bien, incluso mejor de lo que nunca pensó. La sentencia de la trama 'Gürtel' que dio por acreditada la existencia de una caja b en el PP al menos desde 1989 empujó al líder del PSOE a presentar una moción de censura contra Rajoy con el objetivo no tanto de ganarla sino de ganar perfil como líder de la oposición.
El éxito de la moción obligó a Sánchez a formar un Gobierno en un tiempo récord, que fue bien acogido por la ciudadanía por su abundancia de perfiles solventes y el fichaje de independientes, como el astronauta Pedro Duque.
Sánchez demostró así que, pese al triunfo inesperado de la moción, llevaba tiempo trabajando y preparando el momento en que llegaría a ocupar La Moncloa.
Pero Sánchez no está dispuesto a ser un presidente breve, sino que aspira a que su partido pueda mantenerse en el Gobierno al menos dos legislaturas.
Tras los comicios del 28 de abril, la única opción factible que terminó teniendo sobre la mesa Sánchez para gobernar, ya que nunca llegó a abrirse una negociación con PP y Ciudadanos, pasaba por un Gobierno de coalición con Unidas Podemos que tendría necesariamente que apoyarse en ERC o Bildu para superar la investidura y después para sacar adelante otras medidas de izquierdas que quisiera poner en marcha el PSOE