primera sesión
Una de las imágenes de la jornada es en la que se ve al fondo al presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, saludando a los doce acusados de delitos tan graves como rebelión o sedición. Ellos giran sus cabezas hacia él y devuelven el saludo con gestos y sonrisas. ¿Todos? No, Oriol Junqueras no se ha girado. El que fuera vicepresidente del Govern, el líder encarcelado de ERC, no se vuelve, no responde al saludo; pese a aparecer a lo lejos, su imagen mirando al frente atrae todas las miradas.
Dispuestos de tres en tres en cuatro bancos, los doce acusados esperaban el inicio del juicio cuando ha llegado Torra a una sala a esas horas todavía poco concurrida en la parte reservada al público. Otros dos exconsellers tampoco se han vuelto a saludar al president: Carles Mundó y Santi Vila, quienes están en libertad y solo se les acusa de desobediencia; para ellos la petición de cárcel es de siete años frente a los veinticinco que planean sobre el exvicepresidente catalán.
Mundó, también de ERC y exconseller de Justicia hasta finales de octubre de 2017, mira a sus compañeros, mientras que Santi Vila, que dimitió del gobierno dos días antes de que se aplicara el artículo 155 de la Constitución y abandonó el PDeCAT en junio de 2018, pone sus ojos casi entornados en el techo del Salón de Plenos del Supremo con la barbilla levantada. Vila, para algunos independentistas un "traidor", un "botifler", mira al techo y con su gesto parece querer dejar claro que este juicio no va con él. La primera imagen del juicio quizás no ha sido la esperada, pero ha resultado, tanto por su calidad técnica y periodística, como por su oportunidad, un certero retrato del independentismo catalán y la profundidad de campo.