juicio al procés
Un agente de la Unidad de Intervención Policial (antidisturbios) de la Policía Nacional ha relatado este lunes al tribunal que juzga el proceso independentista en Cataluña la "hostilidad" que encontró su equipo durante la actuación que realizaron en un colegio de Barcelona durante el referéndum del 1 de octubre de 2017. "Aquello no era rumba catalana, no eran cánticos lúdico-festivos, sino de odio", ha afirmado.
A preguntas del fiscal Javier Zaragoza, el agente no ha ahorrado en detalles para explicar lo que vivió ese día, hasta el punto de que el presidente del tribunal, Manuel Marchena, le ha tenido que llamar la atención en varias ocasiones para pedirle que concretara sus respuestas, pues narraba detalles que no le habían pedido en las preguntas.
Este antidisturbios intervino en la Escola l'Estel, donde se llegaron a concentrar entre "500 y 700 personas", la mayoría de ellas "hostiles" que se sentaron en el suelo para tratar de impedir la actuación policial, por lo que tuvieron que levantar a la gente "una a una", lo que le dejó "completamente extenuado".
Entre las "patadas y golpes" que recibieron, el testigo pudo oír gran cantidad de insultos que ha relatado con abundantes detalles al tribunal: "Nos dijeron de todo; mi madre se tuvo que duchar 200 veces ese día"; "una mujer con la nariz tapada iba diciendo 'qué mal huelen los policías nacionales, menos mal que con la república no vais a tener que venir más aquí'"; "a una mujer que pesaba 40 kilos no la podíamos sacar entre un compañero y yo; era una tigresa". "En la mirada veías que te querían matar. Eso sólo lo había visto en el País Vasco cuando nos mandaba el juez Marlaska a por terroristas", ha apuntado en alusión a los años en que el actual ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, era juez de instrucción en la Audiencia Nacional.
Este ha sido uno de los momentos en que Marchena ha interrumpido al tribunal para pedirle más concreción, pero el testigo ha hecho caso omiso y en la siguiente pregunta de Zaragoza ha afirmado que los estibadores del puerto donde se encontraba atracado el conocido como barco de 'Piolín', donde él estuvo alojado, también les insultaban cuando les veían de camino a la lavandería: "Nos decían que nos íbamos a morir de hambre porque no iban a dejar que nos llegara comida".