Plantea nuevas preguntas con respecto a la historia de la vida
Ubicado en la cuenca de Franceville, el depósito permitió a los científicos actualizar la aparición de la vida multicelular en la Tierra a 2.100 millones de años, aproximadamente 1.500 millones de años antes de lo que se pensaba. En ese momento, los investigadores demostraron que esta rica biodiversidad coexistía con un pico en la dioxigenación de la atmósfera y se desarrollaba en un entorno marino tranquilo y poco profundo.
En este mismo depósito geológico, el equipo ha descubierto la existencia de trazas de motilidad fosilizadas. Esto demuestra que ciertos organismos multicelulares en este primitivo ecosistema marino eran lo suficientemente sofisticados como para moverse a través de su lodo, rico en materia orgánica, como se detalla en un artículo sobre este trabajo publicado en la edición de este lunes de 'Proceedings of the National Academy of Sciences'.
Se analizaron y se reconstruyeron las trazas en 3D utilizando micro-tomografía computarizada de rayos X, una técnica de imagen no destructiva. Las estructuras más o menos sinuosas son tubulares, de un diámetro generalmente consistente de unos pocos milímetros, y atraviesan capas finas de roca sedimentaria. El análisis geométrico y químico revela que son de origen biológico y aparecieron al mismo tiempo que se depositó el sedimento.
Las huellas se ubican junto a biopelículas microbianas fosilizadas, que formaron alfombras entre las capas sedimentarias superficiales. Es plausible que los organismos detrás de este fenómeno se movieran en busca de elementos nutritivos y dioxígeno, ambos producidos por las cianobacterias. Aunque es difícil saber con seguridad el aspecto de estos elementos vivos, pueden ser similares a las amebas coloniales, que se agrupan cuando los recursos escasean, formando un tipo de babosa, que se mueve en busca de un entorno más favorable.
Hasta ahora, las huellas más antiguas de movimiento reconocido databan de hace 570 millones de años; una estimación que parecía confirmada por el reloj molecular. La evidencia de la motilidad hallada en la roca que tiene 2.100 millones de años plantea nuevas preguntas con respecto a la historia de la vida: ¿fue esta innovación biológica el preludio de formas de movimiento más perfeccionadas, o un experimento interrumpido por la drástica caída en las tasas de oxígeno atmosférico que ocurrió aproximadamente hace 2.083 millones de años?