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Vulcanología

Descubren cuánto puede durar la erupción de un volcán

Los resultados de este estudio del CSIC suponen un gran avance que permitirá mitigar los riesgos que generan las erupciones de los volcanes.

Un estudio del CSIC basado en el volcán de La Palma puede pronosticar la duración de futuras erupciones volcánicas.

El trabajo realizado se basa en la evolución de la presión del magma para determinar el final del proceso eruptivo y supone un gran avance dentro del campo de la investigación vulcanológica.

Los resultados del estudio realizado por Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) junto a la colaboración de miembros de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y del Instituto Geográfico Nacional (IGN) supone un gran avance que permitirá mitigar los riesgos que generan las erupciones de los volcanes.

Mediante el uso de un método basado en el análisis del cambio de forma que experimentó la isla durante la erupción, los científicos pudieron estimar su duración 42 días antes del cese de la actividad volcánica. Conocer este dato con anticipación es fundamental en erupciones efusivas como la de La Palma, ya que los flujos de lava representan uno de los principales peligros geológicos. Este trabajo publicado en la reconocida y prestigiosa revista científica Geophysical Reserach Letters destaca la importancia de conocer el tiempo durante el que van a ser alimentadas las coladas de lava lo que permitirá conocer su alcance y al mismo tiempo, tener la capacidad de mitigar los riesgos que representan para la población.

Redes de vigilancia volcánica

En el caso concreto del volcán de La Palma, la adecuada configuración de la red de estaciones del Sistema de Navegación Global por Satélite (GNSS) desplegada en la isla por el IGN permitió obtener una serie temporal excepcional, que junto a la conceptualización y modelado realizado por el CSIC y la UPM, se detectó que la presión del magma iba disminuyendo a medida que transcurría la erupción.

La correcta interpretación de los datos obtenidos en tiempo real mediante las redes de vigilancia volcánica, permiten controlar cualquier cambio de la forma del terreno con un elevado nivel de precisión por minúsculo que sea, cambios incluso inferiores a un centímetro. Esta información es clave para comprender la evolución del sistema de alimentación de cualquier erupción volcánica.

Según Pablo J. González, investigador del grupo de vulcanología del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC) de Tenerife, el modelado del proceso de ralentización de la contracción del volcán permitió estimar el final de la deformación, lo que, siguiendo unas hipótesis bastante básicas sobre la física de los volcanes, coincidiría con el fin de la erupción.

La principal hipótesis de este estudio se basó en que el sistema de alimentación del volcán estaba cerrado, es decir, la dinámica de la erupción respondía a una simple evacuación de fluidos de una cámara magmática, en la que no había nuevas entradas de magma localizadas a una mayor profundidad. “El análisis a posteriori del proceso de ralentización de la deformación permitió corroborar que esta estabilización se producía 30-40 días antes del final de la erupción. Este análisis y la comprobación de que la velocidad de ralentización y del volumen de las lavas emitidas por el volcán coincidía, indicaba que la masa del sistema de alimentación no había aumentado durante la erupción”, explica María Charco, investigadora del Instituto de Geociencias (IGEO-CSIC_UCM) de Madrid.

La proporción existente entre la pérdida de presión en el momento de la finalización de la erupción y la sobrepresión existente en el inicio de la erupción son parámetros muy importantes para los estudios futuros. Este valor porcentual puede ser determinante para realizar pronósticos sobre la duración de futuras erupciones tanto en la isla de La Palma como en cualquier otra zona volcánica del planeta.

El pronóstico de las erupciones volcánicas, una asignatura pendiente

En un hecho que en la actualidad uno de los grandes retos científicos de la vulcanología moderna es el pronóstico de las erupciones volcánicas, puesto que no se dispone de conocimiento ni herramientas precisas con las que prever cambios de comportamiento futuros. Pero también es cierto que se han hecho grandes avances para anticipar el comienzo de las erupciones a partir de observar la sismicidad y la deformación del terreno.

En un reciente seminario celebrado hace unos días en la sede de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, el citado investigador del CSIC, Pablo J. González, en una conferencia que tituló: Cómo anticiparse al magma: Avances en el pronóstico de las erupciones volcánicas” expuso que por mucha dedicación y mucho conocimiento que se tenga, los volcanes nos seguirán sorprendiendo ya que nadie va a tener todas las claves.

Y continuó exponiendo que "el principal problema es que las autoridades tienen que tomar decisiones en un plazo extremadamente corto y muy al principio, cuando empieza a haber señales como el incremento del número y la intensidad de los terremotos, la deformación del terreno, los gases, etc. Y es este el momento en el que las autoridades deben tomar una decisión, porque siempre hay que hacer algo, aunque se tengan muchas dudas… Porque esperar y ver no es una solución".

"Los políticos y los expertos en la gestión de protección civil deberían asumir como suyos toda esta información, siendo críticos con todos los grupos científicos, teniendo su propia opinión y en el caso de que no sepan subdeleguen la información", señala el científico Pablo J. González. Hay mucho por mejorar, los datos son de alta calidad pero la interpretación de los mismos es mejorable y la colaboración y la democratización del uso de estos datos es clave para ir avanzando.

Con lo ocurrido en la crisis volcánica de La Palma, está demostrado que esperar y ver no fue una solución. El volcán erupcionó en una zona poblada sin evacuación previa de la población y de los animales.