Estudio
Diversos estudios e informes demuestran que vivir solo, más allá de los motivos que cada uno tenga para hacerlo, supone un sobrecoste económico considerable. El gasto en vivienda, en alimentación o en impuestos se dispara cuando no se tiene a nadie con quien compartirlo.
Lo llaman 'tasa single' aunque tal vez habría que llamarlo simplemente 'matemáticas': los bienes y servicios que consume una pareja no se reducen a la mitad cuando el gasto lo realiza una sola persona. Basta que hagamos la prueba con el día a día de un soltero.
Pongamos que nuestro “single” se llama José. Cuando se levanta, enciende la luz, se asea y se viste. Cuando le lleguen las facturas de la electricidad, del agua o del gas no solo pagará por lo que ha consumido esa mañana, sino por muchos otros conceptos que cuestan lo mismo sean una o diez las personas que vivan en esa casa. En su caso José tendrá que abonar íntegramente todos esos gastos.
Antes de salir a la calle, se conecta a internet para revisar si tiene algún mensaje. Con la tarifa de datos que tiene contratada podría navegar tanto él como una familia numerosa. Pero al final de mes el cargo por uso de internet solo lo soportará su bolsillo.
Imaginemos ahora que nuestro protagonista sale a hacer la compra. Lo primero que va a encontrarse en las estanterías del supermercado son productos envasados pensando en familias, no en parejas ni mucho menos en solteros: latas que contienen mucha más cantidad de la que consume una única persona, packs de cuatro unidades de bollos (que posiblemente José no podrá comer íntegramente porque alguno se le acabará estropeando y tendrá que tirarlo a la basura). Algunas marcas ya han empezado a ofrecer formatos más pequeños en sus productos pero, echando las cuentas, salen proporcionalmente más caros que los grandes. Y, por supuesto, de nada le sirven a José las ofertas 2x1 si no puede consumir tanta cantidad.
Un informe de la consultora Nielsen estima que los hogares en los que vive un solo miembro gastan un 25% más en alimentación y ocio que las viviendas en las que residen dos o tres personas. Datos que coinciden con los que ofrece la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido, según los cuales los adultos que viven solos gastan de media un 92% de sus ingresos mientras que el gasto de una pareja formada por dos adultos se reduce al 83% de lo que ganan.
Según estas cifras, José habría ahorrado este mes un 8% de su salario y quiere celebrarlo realizando un viaje. Cuando reserve una habitación de hotel comprobará que una habitación individual no cuesta la mitad que una habitación doble; de hecho a menudo cuestan lo mismo, duerman una o dos personas. Y si el viaje lo hace en coche, está claro que el ticket de la gasolinera irá íntegro a su tarjeta de crédito.
Según Destinia, los viajeros solteros gastan de media un 79% más en sus vacaciones que las personas que viajan acompañadas.
Al regresar del viaje José recordará que tiene que pagar el alquiler a su casero (y que no podrá compartir ese gasto con nadie) y que tiene que hacer la Declaración de la Renta (por supuesto individual). Según los expertos, las declaraciones conjuntas tienen un mejor trato fiscal en determinados impuestos. Por ejemplo, para los cónyuges con hijos menores, la base imponible se reduce en 3.400 euros anuales, mientras que la reducción a las familias monoparentales es de 2.150 euros.
Una “tasa single” que cada vez afecta a más personas. El INE estima que actualmente en España hay 5.200.000 viviendas en las que vive una única persona, es decir, una de cada cuatro de nuestro parque inmobiliario. Y la previsión es que en 2035 esa cifra se incremente en otro medio millón de hogares.
El refranero nos dice que es mejor “estar solo que mal acompañado” aunque la realidad nos recuerda que la soledad también nos puede hacer daño en el bolsillo.