A Coruña
En Corme, Ponteceso, las olas pegan fuerte y la veda se abre dos veces al año, en Navidad y en verano.
Punta Roncudo, en la provincia de A Coruña, es conocida por ser hogar de los mejores percebes del mundo, un manjar que, por su calidad y escasez, alcanza precios desorbitados durante la Navidad. Unos días antes del 24 de diciembre se recoge el percebe más caro del año. La mañana de Nochebuena han llegado a costar 300 euros el kilo.
Pero lo que muchos desconocen es el arduo y arriesgado trabajo que implica su captura. Requiere no solo destreza, sino una conexión profunda con el mar.
Las olas pueden llegar con fuerza impredecible, y la tarea de esquivarlas, aferrándose a las rocas resbaladizas, es todo un desafío. Para estos trabajadores, el mar es tanto una oficina como un peligro constante. "La meteorología es clave", explica Roberto Vidal, presidente de la Asociación de Percebeiros de Corme.
La jornada más esperada por los percebeiros es, sin duda, la víspera de Nochebuena. La calidad de este marisco no está directamente relacionada con su tamaño, ténganlo en cuenta cuando vayan al mercado. "El percebe debe ser largo, pero sobre todo ancho, duro y con el color rojo en la parte inferior. Eso significa que ha estado bien alimentado", asegura Vidal.
Sin embargo, el precio no siempre refleja la misma calidad, y los percebeiros no entienden por qué a veces el valor de sus capturas varía tanto. "No entendemos por qué a veces van a 300 euros y otras veces a 30. El riesgo es el mismo, el mar casi el mismo, y la calidad del producto también. El mar no entiende de precios", explica Roberto.
A pesar de la dureza del oficio, la tradición del percebe sigue siendo un pilar fundamental de la economía de la zona. Sin embargo, el trabajo está perdiendo fuerza debido a la falta de relevo generacional. "Es un trabajo complicado, peligroso. Hemos perdido a muchos compañeros en el mar, y no hay muchos jóvenes que quieran tomar el relevo", admite Roberto con tristeza. El trabajo de los percebeiros es solitario, extenuante y, a menudo, mortal. "El mar no perdona", afirma, aludiendo a los trágicos accidentes que han marcado la vida de muchas familias de la región.
Para ser un buen percebeiro no solo se necesita fuerza, hay que tener intuición. "Además de la vista, hay que afinar el oído", explica Roberto. "El sonido de las olas cambia dependiendo de la intensidad del mar, y eso es lo que nos ayuda a reconocer cuándo se acerca una ola peligrosa". Esta habilidad es crucial para evitar accidentes y garantizar que la jornada de recolección termine con éxito.
El precio del percebe puede parecer elevado, pero para los percebeiros, el valor real de su trabajo está en el esfuerzo y el sacrificio que implica. "Cuestan lo que valen", sentencia Roberto, reconociendo que aunque el precio puede fluctuar, el riesgo y la dedicación de este oficio no tienen precio.
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